La baja en las encuestas de popularidad presidencial, a juzgar por la fecha en que se efectuó la consulta, asimila el descontento de la población, básicamente, por la falta de respuesta de agua potable. Sin embargo esta disconformidad pareciera enraizarse con las protestas antimineras que arrastran consigo un decreto con un toque de insulto a la intelectualidad colectiva.
La parálisis en que ha estado sumergido el país en los últimos días muestra un ambiente hostil a la inversión extranjera y/o nacional que se ve pasmado ante un círculo de sobresaltos que no atrae ni al mas valiente, y menos al turista.
El oído del Ejecutivo tiene interferencia con el pueblo, no se escuchan las disconformidades que al final orillan al gobierno a retroceder en sus acciones y posturas, situación ésta, que a la larga merma la credibilidad y pone en riesgo futuros puentes de entendimiento con masas sociales inconformes.
Aquella atractiva frase de campaña, insignia Martinelli, que parafraseaba; anteponiendo los intereses del pueblo por encima de los particulares, parece haber quedado en el olvido. Se hace necesaria una reflexión que acerque al diálogo constructivo con los inconformes, de lo contrario el escenario se complicará; los maestros no perderán oportunidad en sumarse a paros por cualquier excusa, algunos grupos sindicalistas se apoyarán en el alto costo de la gasolina y la canasta básica para manifestarse y el panorama podría complicarse aún mas.
Además, da la impresión que algunas instituciones se manejan como islas protegidas por la inmunidad, donde a pesar de las constantes denuncias en su contra o de su gestión, nada cambia. Simulan cabezas con ley propia que chochan con las normas jurídicas regentes que si se aplican para el resto de la población, pero no para ellos, que parecieran exentos de cualquier asunto legal.
¿Será este el cambio al que apostó la mayoría?
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