El sistema penitenciario entro en crisis hace muchos anos, pero ningún gobierno quiso hacer frente a una verdadera política criminológica alejada de protagonismos y politiquerías. Hoy pagamos las consecuencias.
La reestructuración del sistema es parte de muchas aristas que incluyen; resocialización, clasificación de los internos, así como el concepto que tiene el propio gobierno y la sociedad sobre ellos.
Muchos tienen el concepto de que los privados de libertad son una lacra social, pero se olvidan que provienen de su mismo vientre.
Por otra parte la policía nacional, encargada de la seguridad externa e interna de los penales parecen tener un trato miope hacia los privados de libertad.
Los hechos recientes deben de ser aclarados por quienes aplican esta responsabilidad. Aunque el director de la policía no quiera admitirlo, existe la posibilidad de que unidades corruptas estén empañando el uniforme.
¿Como entra una metralleta al penal? O droga? ¿Hace cuanto tiempo no cae un policía o un custodio preso por corrupción? ¿Será que sus ingresos están acorde con sus salarios?
Es urgente una reestructuración donde no haya excusa para faltar a la audiencia por falta de transporte o unidades policiales para cuidar al interno, o donde no haya necesidad de llevarle comida al reo por que la que les brindan no cumple con la promesa inicial, mas bien es distinta cuantitativa y cualitativamente a la ofertada. Se requiere un método donde se tenga presente que el interno es un ser humano que necesita romper con el circulo vicioso del que le ha sido imposible deslindarse.
Pero si en su lugar seguimos pensando y actuamos como si la cárcel fuera un deposito de humanos, flaco favor le hacemos a la sociedad que aun no se ha dado cuenta que crece la bola de nieve y se multiplica en proporciones inimaginables.
El preso es el primo hermano del muerto, al principio todos lo visitan, después, nadie se acuerda de él. En la cárcel donde caben 6 viven 12, las condiciones son insalubres, se piensa todo el día. No hay rutina para sentirse útil, el alma se deteriora, crece el resentimiento social. Cumplir una condena no debe ser sinónimo de una letra escarlata en el pecho.
No se busca martirizar a nadie. Se requiere de infraestructuras decentes y programas dirigidos a transformar la mente del interno y alcanzar un mínimo porcentaje de reincidencia, prueba del éxito del sistema.
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