Una vez escuché de un politólogo famoso; si quieres saber que nivel de anarquía hay en un país sal a la calle.
Así que puse en práctica su recomendación. ¡Vaya sorpresa! Muy cerca de convertirnos en una verdadera anarquía pensé, después de haber librado una piquera de taxis improvisada que se apoderó de la esquina frente al puente de Paitilla que mantiene el tráfico parado sin que nadie ponga orden. Recordé entonces que no es la primera vez que vivía dicho tranque, que incluso me percaté que el paso peatonal recién pintado parecía hecho a la medida de los nuevos usuarios, a pesar de que a pocos metros existe otro para los pacientes del hospital. Antes me había percatado de otro bus que estaba parado en una esquina por más de 10 minutos, tapando el carril en hora pico, “esperando” a sus pasajeros aunque la parada se encontraba a solo 20 metros. Otra vez nadie hizo nada para poner orden, tampoco parece haberle importado un bledo al busero con el resto de los conductores, igual, nadie le dice nada, todos “toleran” la situación. Un poco más adelante se hacía una reparación de la vía sin señalización.
En las calles por lo menos hay una anarquía manifiesta; el peatón camina por donde le da la gana, cada quien se detiene, echa carreritas impunemente, sin importar las consecuencias. Lo mas curioso es que este tipo de situaciones sean permitidas por la autoridad.
Este mismo escenario no esta lejos de ocurrir en otras entidades donde las reglas parecen ajustarse a la discrecionalidad del funcionario en turno. Situación que se percibe como una especie de “mini fincas” donde cada funcionario dicta sus propias normas aunque no sean las que deban cumplirse. Pero otra vez nadie es capaz de enderezar la situación. Cuantas veces hemos escuchado la “compra de votos” en la Corte, la renuncia de funcionarios sobre los que pesan graves acusaciones pero al final, pareciera que el castigo se limitara a sacarlos del cargo, quedan impunes, sin ningún tipo de averiguaciones. O gente que se toma la justicia en manos propias debido la inacción o acción tardía de las autoridades vencidas por el letargo burocrático. ¿Qué decir de las licitaciones a la medida? ¿De los proyectos licitados que ascienden montos exagerados injustificadamente? Todos estos son síntomas de una anarquía ascendente sin prontas limitaciones. Un peligro para la democracia y la paz social.
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