La firma del tratado comercial con los EU pone en apuros al sector agropecuario panameño ante la falta de tecnología y financiamiento.
En el 2007 la Asamblea Nacional aprobó el TPC con EU, un reto se decía en aquel del cual el entonces presidente Torrijos prometió un fondo económico dirigido a la agenda complementaria del sector agropecuario. Se trataba de la agenda complementaria que buscaría adecuar a los productores a un mercado competitivo con los productos estadounidenses. Pero todo quedó en eso, en un discurso elegante con tono de primer mundo pero totalmente inoperante.
Cinco años después los ganaderos siguen preocupados por la introducción de carnes norteamericanas que pretenden invadir los mercados panameños pero sin la posibilidad de exportar al norte un solo pellejo. La inspección a mataderos y aprobación de laboratorios es lo mas delicado. Si el matadero no está aprobado por el país a donde se va a exportar el producto no hay manera que cruce frontera, pero al revés la cosa es distinta, pues quien solicita la inspección de un matadero en el exterior generalmente es un importador que sigue al el funcionario encargado hasta que le apruebe la inspección de las plantas. Sabemos que dentro de 5 años la carne va a quedar en un escenario de libre mercado y que los productos norteamericanos gozan de ayudas al sector agropecuario en especial la producción de carne y que ahora los locales tendrán que enfrentar esta desventaja con leyes tortugas y presupuestos ridículos.
El fondo de la agenda complementaria pretendía mejorar maquinarias, insumos, sistemas de riego, transformación del producto terminado para agregarle valor a la venta, préstamos responsables, no obstante estas ventajas no llegaron a los productores, pero la entrada en vigencia del tratado si.
La situación de los ganaderos pareciera trasladarse a otros rubros del agro, donde la producción nacional deberá competir con productos subsidiados y tecnología de punta. Esto podría poner en riesgo nuestra seguridad agroalimentaria. El mercado internacional es un mercado de excedentes, nadie exporta lo que antes no puede satisfacer internamente, por tanto, si no somos capaces de satisfacer a nuestra población de los productos básicos y en vez los importamos para balancear la demanda estamos corriendo el riesgo de pagar precios exorbitantes por estos productos y de encarecer el bolsillo de nuestra población. Importar productos ante la advertencia de la FAO ante la venidera escasez de rubros es jugar a la ruleta rusa con la estabilidad de nuestro país. Lo ideal sería lograr una zonificación de uso de suelo, un censo de los principales productos agrícolas en oferta y demanda y modernizar el campo. De lo contrario veremos ciudadanos enfurecidos por los altos costos de la canasta básica y la inoperancia del gobierno por no haber previsto las consecuencias.
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