El crecimiento económico no logra permear las clases bajas de la población, un reto para el desarrollo nacional que queda pendiente para el gobierno Martinelli.
Desde hace 38 años el país no ha tenido un crecimiento tan alto, en forma sostenida, como el actual que incluye el próximo año con un envidiable 7 %. Sin embargo, al hacer una evaluación detallada de la bonanza económica nos adentramos en una distorsionada distribución del ingreso que alerta sobre correcciones que aún estamos a tiempo de hacer.
Sin embargo, a pesar de todas estas buenas noticias, el talón de Aquiles sigue siendo la percepción de corrupción que carga el gobierno; adjudicaciones directas, sobreprecios exagerados, titulación de tierras inexplicables, y el control excesivo del ejecutivo sobre otros poderes del estado. El asunto que antes no había tomado importancia, ha calado la piel de los panameños, posicionándose en el tercer lugar en los temas de preocupación de los panameños. El desgaste ha sido tal, que se refleja en la popularidad del presidente, su gabinete y la ejecución del mismo sobre los cambios prometidos en campaña.
No hay credibilidad en el gobierno. Pero lo mas grave es que tampoco cuenta con un equipo de vocería estructurado que logre regresar la confianza a los panameños. Se llega tarde a las explicaciones, y se alimenta así zozobra, interrogante o malicia en la población.
El gobierno ha tenido grandes avances en temas de infraestructura, ningún otro ha invertido tanto en obras de envergadura como el actual. Estos réditos se reflejarán en la medida en que se vean los avances y sus ventajas logren opacar los enloquecedores tranques, y los amargos recuerdos de los escándalos de las tierras y los radares.
¿Que podemos esperar en este aspecto para el año entrante? Seguramente veremos un gobierno impulsando mega proyectos aún pendientes como; el tercer puente sobre el canal, ensanches de carreteras, mejoramiento de la red vial, y nuevas adjudicaciones ya sea directas o por licitación. Es muy posible, que de seguir concentrado el poder en el ejecutivo, restando autonomía al resto de los poderes, la democracia se deteriore. Por ejemplo, si se decide incluir la segunda vuelta en las reformas electorales, o la reelección inmediata en las reformas constitucionales un gran sector de la población podría declararse en alerta máxima ante estas pretensiones y los inéditos logros en infraestructura no serán suficientes para contener el enojo hasta en los mas despreocupados. Un escenario que pondría en riesgo no solo la democracia, sino también la bonanza económica que puede verse impactada por la crisis europea que tiraría por la borda la institucionalidad del país, y con ella, un plan político serio que nos conduzca al desarrollo nacional.
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