Son momentos de luto, de dolor para la mayoría del pueblo, pero menos dolorosos para quienes están listos para ocupar la silla presidencial. La escena podría reflejarse en el espejo de las cinco etapas que atraviesa un ser humano en circunstancias de duelo.
Primero fue la noticia de su muerte, una sorpresa para millones que mantenían la esperanza de ver a su comandante nuevamente en funciones. Una de las mas recientes encuestas de Datanalisis reveló días antes que se anunciara la muerte de Chávez, que el 46% de los ciudadanos pensaba que Chávez se recuperaría. De forma que la negación sobre su desaparición no solo esta presente en las cabezas de los países que recibían ayuda económica de Chávez y que preocupados por la noticia, se resistan a privarse de estas comodidades. Un estatus quo al que también es difícil despedir, estatus que busca el continuismo con quien sea que tome el control.
El pueblo llora la desaparición de su líder, aquel que caminó con ellos, el que les dio casas, una mensualidad, dádivas, habló en contra de la oligarquía que siempre se mantuvo intocable y alejada de las masas. Pero del otro lado de la moneda Chávez era capaz de atormentar a sus enemigos o adversarios a través de sus eternos discursos de transmisión obligatoria en la televisión y la radio venezolana, o con las expropiaciones, insultos y aliados políticos controvertidos.
La segunda etapa, la ira, retumba en quienes aspiran al poder y no logran consolidar las fuerzas. Chávez dejó un país dividido, una nación contrastada entre dulces y amargos. Un pueblo acostumbrado a su mandato, requerido de esas cualidades mediáticas, dramaturgas y cuasi hipnotizantes que transmitía a su gente. Dones que le costarán ejecutar a Maduro, Chávez era único en ese estilo. No será fácil para este sucesor adoptar el carisma intransmisible de Chávez.
Vendrá entonces la etapa de la tristeza y la depresión cuando se lamenten por las dificultades económicas y las masas se pregunten cómo es posible que un país tan rico tenga una crisis económica tan profunda o severa. Cuando se cuestionen donde por las cantidades de dinero ¿qué deben ingresar a las arcas del Estado y que no aparecen. Habrá respuestas para todos los porqués?
Si los lideres chavistas no son capaces de aclarar estas inquietudes la oposición tendrá una oportunidad en puerta para conquistar esas mentes confundidas por un escenario surrealista del que acaban de despertar, y cuando realicen que viven en una economía atragantada.
¿Cómo reaccionarán las posiciones encontradas, polarizadas que dejó el presidente, el magnífico Hugo Chávez ahora que no esta para suavizarlas? ¿Cómo amalgamar las fuerzas para evitar que las grietas no se profundicen y los polos ideológicos, económicos o sociales eviten que la confrontación ponga en peligro la ya débil democracia bolivariana?
Ante la dificultad de afrontar la realidad, surge entonces el enojo entre las partes, y con el Señor por haberse llevado al protagonista de la historia. Solo entonces nace la necesidad de llegar a un acuerdo para superar la traumática vivencia. Una oportunidad para el aspirante presidencial que logre unificar fuerzas y hablar de democracia, de tolerancia y suavizar posiciones del país dividido.
Confrontar los puntos de vista y el enfrentamiento entre esas dos Venezuelas puede llegar a ser intolerable. Al país bolivariano le quedan por explorar puentes de diálogo que en momentos de negociación y reconciliación suelen ser los mejores aliados.
No hay frase mas atinada para despedir el duelo bolivariano que aquella pronunciada por Simón Bolívar poco tiempo antes de morir, personaje al que Chávez cuasi personificaba en sus discursos y presentaciones públicas; “Si hombre fuese necesario para sostener el Estado, este Estado no deberá subsistir, y al fin no existiría”.
Pues ojala no pasen a la etapa de la resignación y nadie haga nada.
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