Lo más doloroso para los oficiales destituidos o quienes optaron por una jubilación obligatoria es que no cosecharon los frutos de su carrera.
Después de 20 años, Ovidio Escudero se va de la institución con la manos vacías. Con amargura narra que tuvo que vender un carro, pedir prestado y sacar una licencia de su especialidad que le costó seis mil dólares. Dinero que no existía al momento de su despido. Así logró su primer trabajo como Oficial marino mercante, siendo Capitán.
Carlos Greco, jubilado con el 55%, reclama el derecho a la justicia de sus compañeros que no tienen dinero para acudir a la Corte Suprema de Justicia para reclamar su reintegro. Argumenta: “¿Cómo van a decir que no somos de carrera si estábamos bajo el mando de la Policía?. “Hay gente que trató de matarse, que perdió casas, no tenían la capacitación que teníamos nosotros. ¿Cómo sobrevive una persona así?”, describe Greco.
Esteban Martinez, jubilado con el 70% manifiesta asombrado: “nunca se me pasó por la mente que en mi carrera policial, de 23 años, me iría a ocurrir esto. En este tipo de trabajo las condiciones son claras: uno sabe si ha hecho mal y existen los mecanismos para sancionarte o darte de baja”. Martínez relata que movió mar y tierra “para hacerle entender al ministro de Seguridad que con 20 años de carrera no nos podía botar así, y sin nada”, concluye.
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