Los directivos de la minera Petaquilla Gold esperaban con ansias el mensaje de Ricardo Quijano.
Richard Fifer había recibido un mensaje de la Presidencia que ponía en jaque la seguridad jurídica de su empresa. El coclesano, dueño de la concesión de Petaquilla Minerals, no estaba dispuesto a ceder su sueño a terceros, especialmente cuando él se creía un conquistador Una mañana de agosto de 2009, Ricardo Quijano, entonces viceministro de Comercio e Industrias, se reunió con los ejecutivos que conocían las interioridades del único depósito de oro en Panamá que escondía un millón de onzas del valioso metal.
Los directivos de la minera Petaquilla Gold esperaban con ansias el mensaje del funcionario. Desde 1997, año en que el gobierno otorgó a la empresa la concesión de exploración y explotación de un terreno de 13 mil hectáreas, Petaquilla Gold aún no podía lucrar comercialmente el oro que extraía de la mina. Requería de un espaldarazo del gobierno; el permiso de explotación comercial de oro en la mina. El documento que posicionaría a la empresa en la meca de las transacciones mineras en el mercado de valores, el Toronto Stock Exchange. En ese momento, salía más barata una acción de Petaquilla Minerals que comprar un chicle en la tienda de la esquina.
Sin embargo el mensaje que llevaba el representante del presidente Ricardo Martinelli devastaría al geólogo.
Martinelli había ascendido al estatus de presidente de la República en julio de ese mismo año. Recién estrenado en la silla, Martinelli asomaba algunas cuestionadas prácticas que cinco años después lo llevaron al autoexilio.
Entonces el pueblo panameño confió su voto a un empresario que prometía un modelo de gobierno alejado de la corrupción. Su mejor carta de presentación fue una frase que resumía la frustración de los panameños en cinco palabras: “Entran limpios y salen millonarios”, un icono en su campaña política. El renglón caló en el sesenta por ciento del electorado que lo llevó al triunfo.
Cinco años más tarde, los panameños no salían de su asombro con los escándalos de corrupción que apuntan a Martinelli como principal sospechoso en actos de corrupción. Los periódicos informan a diario sobre nuevas las diligencias judiciales que pretenden dar con el paradero de cientos, miles de millones de dólares que se diluyeron en compras sobre valoradas o inexistentes.
Entre los escándalos que persiguen a Martinelli, uno que se ha contado por pedazos hasta ahora es haber conocido con anterioridad los hechos que dispararían las acciones en la bolsa de valores de Toronto.
En la Corte Suprema de Justicia, entidad encargada de investigar al exmandatario por su condición de diputado del Parlamento Centroamericano, se enfilan 15 expedientes en su contra.
“Aquella mañana —aseveró una fuente estudiada en el tema Petaquilla Gold por años que solicitó la reserva de su nombre— Quijano tenía un recado especial de Martinelli para los miembros de la Junta Directiva de Petaquilla: la única manera para que la empresa recibiera autorización para comenzar operaciones comerciales sería remover a Richard Fifer como oficial ejecutivo en jefe (CEO por sus siglas en ingles) de la empresa”, explicó.
‘EL LOCO DEL ORO’
Si la época de la conquista española se trasladara a nuestros tiempos, cualquiera imaginaría a Richard Fifer transformado en el Cristóbal Colón de la época: un explorador de riquezas, con un delirio especial por el oro y los caballos.
Cualquier psíquico leedor de almas podría apostar que el ingeniero de nuestros días encarna el espíritu del gobernador español de Castilla de Oro, Diego de Nicuesa.
La obsesión de Fifer por los tiempos de la Corona es tal, que según Jorge Obón, su amigo personal y secretario general de Petaquilla Gold, hace dos años Fifer encargó al famoso escultor toledano Luis Martín de Vidales, una estatua de doce metros de altura de Vasco Núñez de Balboa, el explorador que avistó el Mar del Sur y fundador de la ciudad de Santa María La Antigua, en el Darién.
“Hace falta algunos detallitos de la obra de arte”, afirma Obón. Añade que la crisis financiera por la que atraviesa la empresa del geólogo le ha impedido cumplir los compromisos con el escultor.
La gran escultura sería un regalo de Fifer para el pueblo coclesano. Fifer estuvo a punto de colocar un letrero enorme en el paso elevado que se sitúa sobre la carretera de Penonomé —la Panamericana que une Panamá con el resto del continente— con la leyenda: “Entrada a la Castilla del Oro”. La extensión de este sitio comprendería las provincias de Coclé, Veraguas, Herrera, Los Santos y Colón.
Para que todo el que “ingresara en esta porción de Panamá sintiera que está en un territorio de conquista”, apunta Obón.
Fifer fue designado por la presidenta Mireya Moscoso gobernador de Coclé, Penonomé, en 1999, por un periodo de cinco años cuando recién acababa de ganar la concesión minera de Petaquilla. Su delirio por el oro y su obstinación por Cerro Petaquilla le valieron el mote de “El loco del oro”, especialmente cuando camina por las calles de Penonomé.
Mientras ejerció su cargo en la gobernación, según investigaciones de la Contraloría General de la República, Fifer se apropió de cuarenta y siete mil dólares que había donado el Gobierno español para el parque y museo “ Arnulfo Arias Madrid”, ubicado en Penonomé. “Además, emplanilló a varios de sus empleados domésticos como funcionarios de la gobernación a quienes les pagaba arriba de mil dólares mensuales con el provisto que, cada mes, ellos le entregaran sus cheques endosados”, aseveró la fuente que ha efectuado una investigación sobre Petaquilla.
Cuando el contralor llamó a los empleados a declarar, el asunto se convirtió en un escándalo. Fifer fue imputado por delito contra la administración pública y peculado. Una orden de captura pesaba sobre las espaldas del conquistador coclesano.
Los abogados de Fifer interpusieron, sin perder tiempo, un hábeas corpus preventivo para evitar que su cliente fuera detenido.
El Ministerio Público dictó orden de arresto contra Fifer. “El hombre se fue al escondido”, manifiesta la fuente.
Los defensores de Fifer consiguieron que éste devolviera a la Contraloría, en febrero de 2005, más de ciento quince mil dólares y que la orden de arresto se cambiara por una medida cautelar que “obligaría a Fifer a presentarse mensualmente en la Fiscalía Primera de Coclé y solicitar permiso al Juzgado Primero del Circuito penal de Coclé cada vez que necesitara salir de Panamá. El pago que Fifer hizo a la Contraloría —añade la fuente— no representaba la aceptación de la culpa sobre los hechos. Los casos continúan abiertos.
En una ocasión, cuenta Jorge Obón, uno de los funcionarios que trabajaba en el centro de salud que remodeló Fifer, le comentó que uno de los focos estaba dañado y requería reparación. Fifer repeló que eso era deber del ministerio correspondiente, pues él ya había hecho suficiente con la adecuación del local. Según Obón, el geólogo meditó por un momento y mencionó a los residentes que este tipo de situaciones serían más frecuentes cuando culminara el movimiento de la mina.
Es el nombre de la fundación que ideó Fifer en marzo de 2010: “La Castilla del Oro”. La concibió con el propósito de aportar muchos esfuerzos económicos y humanos en el progreso de las regiones que están alrededor de la explotación minera de Petaquilla Minerals, LTD., “invirtiendo en progreso buena parte de los recursos económicos generados por la actividad minera en el progreso perdurable en el tiempo de las regiones”, según se lee en la página de internet de la organización.
Cristóbal Colón, un descendiente del gran conquistador, es socio de Fifer en una de sus empresas radicadas en la madre patria.
El geólogo concentró ese brío por descubrir las joyas de la tierra en la exploración y explotación minera.
Se posicionó como pionero en el ramo en Panamá. Hoy, la empresa que brotaba oro del corazón de la tierra, Petaquilla Gold, está al borde de la quiebra.
Fifer no ha querido declarar oficialmente la bancarrota de la empresa, puesto que atraería consecuencias legales que podrían obligar al Estado a arrebatarle la concesión. Un despojo que podría asemejarse al que sufrieron los aborígenes durante los tiempos de la Conquista.
Aquella mañana de agosto, Quijano había puesto en jaque la vida de su empresa. Era el momento del “Loco del oro” de echar a andar un plan que lo salvara a él, y a su empresa, de las influencia del Ejecutivo.
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