El dos de noviembre es el día de los difuntos, en Panamá se conmemora el fin de la vida con solemnidad, mientras que en México, se celebra el tránsito del alma a un mejor sitio
El vínculo que une tradiciones y culturas un día como hoy, es la muerte. La Unesco define el día de los difuntos como un sincretismo entre las tradiciones españolas religiosas y las costumbres prehispanicas que enfatizaban el culto a los dioses que cuidaban la muerte.
Esta fiesta tiene lugar cada año a finales de octubre y principios de novimebre, justo el periodo que marca el final del ciclo anual del maíz, cultivo predominante en la cultura indígena.
En Panamá, no es un día de expresión de alegría como suceden en México. En éste país la muerte se “entiende como un tránsito del alma al otro mundo y se acude a los cementerios en donde se elaboran altares a los difuntos en sus tumbas. Se celebra la muerte, pero también la recuperación de la vida porque la creencia es que persona está mejor del otro lado”, expresa José Agustín Espino, sociólogo y economista.
Lo que más caracteriza al día de los difuntos en Panamá, es la visita a los cementerios. Todos recuerdan desde niños, expresa el historiador Omar Jaén, que una semana antes, los deudos acuden a limpiar las tumbas de las que no se ocupan durante todo el año. Mucha gente visita las criptas en la iglesia y lleva flores. El tema ha evolucionado mucho, dice el historiador.
DE LA LÁPIDA A LA CRIPTA
Jaén rememora que por mera casualidad, un día que caminaba por la Catedral descubrió en el piso la lapida de sus ancestros, un bisabuelo de su abuelo. “Ahí decía el nombre: José de los Santos Jaén, y el de su esposa” revela.
Esto obedece, explica, a que originalmente, en la época colonial y en el siglo XIX se enterraba la gente en las iglesias. “En Panamá estos lugares han sido tan saqueados que muchas de éstas iglesias, cuando los párrocos remodelaron sus estructuras e instalaron pisos de mosaico, destruyeron las lápidas que cubrían sus pisos. En algunos sitios las trasladaron a las paredes, pero aún en nuestra catedral se aprecian las lápidas quienes residían en el centro de la ciudad”, recuerda Jaén.
En el interior del país, casi todas las iglesias hicieron lo mismo, las remodelaciones movieron las piedras a las paredes.
Después, añade, “se instaló un cementerio en ‘Panamá la Nueva’ por el área donde está situada la escuela República de México. Ese cementerio se hizo fuera de la iglesia y fue de los primeros panteones, que antecedió a los 6 cementerios municipales que incluye al chino que se instaló posteriormente, en el siglo XX”, manifiesta Jaén.
La higiene fue un factor intrínseco de la evolución. La gente empezó a enterrar a sus muertos fuera de las iglesias, luego, lejos de los cementerios urbanos, en los linderos de la ciudad.
La higiene motivó la evolución de los cementerios municipales. Las nuevas consideraciones se inclinaron por crear fuera de la iglesia estos sitios de descanso eterno, y luego, lejos de los cementerios urbanos cuando se trasladaron a los cementerios de los linderos de la ciudad.
Desde hace 30 años las criptas tomaron auge, por ejemplo en la iglesia Cristo Rey y/o en el Santuario.
“Enterrar el muerto es ahora menos común, por comodidad y por falta de espacio, la gente empezó a cremar a sus difuntos. Hay varias razones, es más barato, y práctico pues se hacen los servicios funerarios en la iglesia y se evitan esas caravanas de centenares de carros para ir a un jardín de paz”, dice Jaén.
La modalidad urbana en nuestros días es la cremación, una práctica muy común en la ciudad y en el interior del país.
NUESTRAS TRADICIONES
Hay costumbres que con el tiempo se han desvanecido según el sociólogo Espino. Cuando fallecía alguien se hacía un velorio para que los familiares y amigos cercanos se acercasen, después venía el sepelio, y luego el novenario. Eso se repite por todo el continente americano que viene de los españoles y la religión católica. La expectativa de los tres días de la resurrección, tiene sus asuntos culturales.
“Cada vez se debilita más el vínculo que hemos tenido con los antepasados. Esto tiene que ver con un proceso de alejamiento de los valores de nuestros ancestros, de nuestros abuelos, y los antepasados. Aquí teníamos una recepción de núcleos familiares extensos en los que se fraguaba una forma cultural de cómo hacer las cosas y el respeto entre nosotros y los valores, pero se ha perdido”, relata Espino.
Las flores simbolizan el cultivo de la culata de la casa, la parte de atrás de la casa donde la abuela tenía un jardín de flores y las recogía para ponerlas en la tumba.
COSTUMBRES MEXICANAS
Cuando la vida se ríe de la muerte. El día de muertos en México es una de las fechas más pintorescas que existe en el continente Americano. Este año, en la embajada de México en Panamá se elaboró un altar en honor a dos grandes que partieron este año: el arquitecto Teodoro González de León, y el ídolo de la música mexicana Juan Gabriel.
A diferencia de otras partes, como en Panamá donde el día es sobrio y la muerte se siente oscura y triste, en México se toma como una sátira, una forma de burlarse de lo único seguro en la vida.
Las costumbres son muy singulares. La celebración inicia a finales de octubre, el 1 de noviembre es el día de todos los Santos, y el dos, la creencia de los mexicanos es que los difuntos bajan al altar que prepararon sus familiares y amigos frente a la tumba para disfrutar de los manjares en que en vida les caracterizaban.
“Los familiares acuden a las tumbas de sus familiares y les llevan comida y música, hacen una especie de picnic alado de la tumba y comen con ellos”, cuenta Enrique Romero de la embajada mexicana.
El altar, describe Romero, consiste en una ofrenda cargada de costumbres prehispánicas. Una de ellas, muy característica, es un arreglo de la flor cempasúchil, planta de pétalos amarillos intensos y naranjas, característica por su olor cuando se entra al cementerio un día como hoy. Sus colores evocan al sol, lugar donde son guiados los muertos.
Esa flor tan especial, cuenta con ciertas bondades medicinales que sirven para los padecimientos digestivos y respiratorios.
Otro de los elementos que no puede faltar es el copal. Un incienso que se prende en el altar que evoca un sentimiento de acercamiento con los seres queridos. Símbolos prehispánicos que se utilizaron en mesoamerica como una ofrenda a las deidades.
“El copal es una resina extraída del árbol de copal o copalli en nahuatl, que significa incienso, empleada por los aztecas y que la quemaban como un rito para los muertos. Los mayas utilizaban el copal para cuestiones religiosas y purificación”, agrega Romero.
En el altar es imprescindible un vaso de agua. El líquido hidrata a los muertos y mitiga la sed de las almas. Otra cosa que se pone es sal que purifica sus almas. También se colocan papeles picados que representan la unión entre la vida y la muerte.
“Luego, una cruz de cal se pinta al frente de la tumba, ésta representa los cuatro puntos cardinales y en algunos lugares señalan un camino de flores que guía al alma a la ofrenda. También se llevan algunos objetos personales del difunto, o juguetes si se trata de niños”, indica Romero, abogado y encargado de prensa de la embajada de México.
Bajo aquella realidad de que lo único seguro es la muerte, los mexicanos cada año se burlan de ella. La satirizan con una calavera dulce, ya sea de chocolate o de azúcar, la cual lleva grabado el nombre de la persona (viva o muerta) en son de mofa de lo inevitable en la vida.
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