Desprovista de cámaras o luces, el área de carga del aeropuerto internacional de Tocumen ha mantenido un "status quo" de libertinaje donde entra y sale de todo. Los directivos lo reconocen, pero actúan con lentitud
La zona de carga del aeropuerto internacional de Tocumen parece tierra de nadie. Ahí, todo pasa, todo sale, sin que nadie pueda percatarse más allá de un permiso institucional de aduanas, por ejemplo.
Durante años ha sido un área facilitadora del crimen organizado, en la que es posible transportar cualquier mercancía a plena luz del día, o bajo el amparo de la noche.
La zona de carga está desprovista de cámaras que registran las operaciones que realizan las 70 empresas dedicadas a este negocio instaladas en el sitio. Tampoco hay lámparas que iluminen las operaciones rutinarias o el movimiento de mercancía de un lugar a otro.
“Es tierra de nadie”, admiten los directivos de Tocumen, S.A., en forma irónica.
El equipamiento de la zona de carga, cámaras, luces, etc, corresponde a esta empresa del Estado, pero lo que se mueve dentro, es responsabilidad de las entidades gubernamentales; Aduanas, Autoridad Panameña de Seguridad de Alimentos (AUPSA), Cuarentena Agropecuaria del Ministerio de Desarrollo Agropecuario, etc.
"Ahí pasa de todo, si te duermes amaneces desnudo. Razón por la que la labor de la Policía y de aduana debe reforzarse, de hecho hay mejoría, pero aún falta mucho", reconoció Temistocles Rosas, administrador de Finanzas de Tocúmen, S.A. en una entrevista a este diario.
No en vano un exministro de seguridad bautizó la zona como Tijuana, simulando un paralelismo de un sistema que ha perdido su propia capacidad de recuperar su seguridad.
Lo curioso es que a pesar de que los directivos de varias instituciones, Aduanas, Tocumen, S.A., exministros y exfuncionarios de estas entidades reconocen la vulnerabilidad de la zona, hasta hace poco nadie había hecho nada por cambiar el estatus quo del área de carga.
José Gómez, director de Aduana realizó una auditoría en la tierra de nadie. Se reunió con los empresarios para conocer la situación de los contratos de cada una de las compañías instaladas que lo único que requieren para operar es un permiso de Tocumen, S.A. De 60 empresas registradas, "quizá la mitad tenían permisos en regla con Aduana, aunque sí lo tenían con el Aeropuerto.
El área está en un limbo legal. Tocumen alquila los espacios, otorga permisos pero Aduanas tiene una función muy limitada. La institución solo verifica que la mercancía esté en regla para ingresarla o sacarla", aunque se reserva el derecho de revisar la carga, explica el director de Aduanas.
Ni siquiera las oficinas de Aduanas tenían instalaciones físicas, los funcionarios atendían en una carpa que parecía más improvisada que un despacho formal. La zona de carga ni siquiera estaba delimitada por una cerca perimetral.
Las fuentes consultadas por este diario, que se han relacionado con el tema de seguridad del área, coinciden en que regular el área tomó mucho tiempo por la resistencia que ponían las empresas que ahí están instaladas.
“Las cámaras pueden ser una buena idea”, lo dice Gómez como reforzando la idea. Luego, justifica las condiciones en que está el área: “No había controles con la limitante del personal. Con 70 personas no puedo dar vigilancia ahí. Hay dos turnos pero hay personas que trabajan 24 horas en los vuelos de carga. Hay un escáner que sirve solamente para las maletas pequeñas”, describe.
Existe un escáner para revisar mercancía parado en el gran parque de almacenaje pero no funciona por un simple detalle. Según Gómez no se ha podido adecuar al sitio por falta de electricidad. Hay aproximadamente 30 galeras, sin cámaras, sin que alguien registre el movimiento de las mismas.
EL VISTO BUENO
Gómez es un hombre tranquilo del que hasta ahora no se han escuchado escándalos sobre su gestión. En el pasado circulaban los rumores de que quien se sentaba en la misma silla permitía el paso de contrabando de la Zona Libre a la ciudad a cambio de dádivas.
No cualquiera puede ocupar el cargo, dijo el director al inicio de la entrevista. Se refería a que, por lo general, las personas nombradas en puestos públicos vinculados al tema de seguridad ‘deben’ contar con el visto bueno de los norteamericanos, empezando por la embajada de ese país en Panamá.
Desde el siglo pasado, cuando los norteamericanos mantenían bases militares en el istmo amparados por la construcción y seguridad de la vía interoceánica, los ‘gringos’ han estado muy presentes en la política pública del país. En Clayton, donde se establece la sede, se han cristalizado varios pactos políticos que se concretarían durante las elecciones generales; la alianza Juan Carlos Varela-Ricardo Martinelli en el 2009, es un claro ejemplo.
A raíz de septiembre 11 de 2001, la seguridad ha sido no solo un enlace robusto entre Panamá y el Norte, sino un renglón de coordinación y gestión entre ambos gobiernos. Para nadie es un secreto de que los estadounidenses están al tanto de lo que ocurre en los estamentos de seguridad del país gracias a la inteligencia que mantienen dentro de las instituciones más sensitivas, el personal que trabaja en conjunto con los panameños y al intercambio de información amparado por los múltiples tratados bilaterales firmados para combatir el crimen organizado.
Idea de los norteamericanos, aunque sin éxito, también era unir Aduanas y la Dirección de Migración para formar un paralelo de ICE en Estados Unidos (Inmigration and Customs Enforcement). “Los norteamericanos tuvieron esa visión”, recuerda Gómez.
Sin embargo, en Panamá el peso de Aduanas recae en la recaudación, desde esa perspectiva el gobierno mantiene la institución como un renglón de ingresos en el presupuesto estatal más que un ente asociado a la seguridad.
“En la parte de seguridad nosotros tenemos mucha información que trabajamos con el Consejo de Seguridad. En los aeropuertos, por ejemplo, la declaración de dinero de los pasajeros. Al Ministerio de Seguridad le interesa saber quiénes vienen con dinero. Esa información pasa todos los días al Consejo de Seguridad y ellos hacen su análisis”,sostiene el director.
Gómez puede sentarse cómodamente en la silla del director. Antes de estar en el puesto trabajó en una distribuidora de autos para la que hacía la mayor parte del papeleo aduanal. Es un hombre político, institucional, experiencia y formación que adquirió como secretario de la Asamblea Nacional desde el 1999-2003, durante el gobierno de Mireya Moscoso a quien le demostró suma lealtad. Después fue nombrado director interino del Ente Regulador de los Servicios Públicos hasta el 2004. Una vez concluido el gobierno de Moscoso, Gómez trabajó en el sector privado como gerente de una empresa de repuestos de auto y taller hasta el 2013.
Como militante de la vieja guardia del actual partido oficialista, el colectivo lo lanzó como candidato a diputado para tratar de ganar el circuito 9-3, Veraguas, que comprende Calobre, Cañazas, San Francisco y Santa Fe. Pero perdió contra su rival del Partido Revolucionario Democrático. Así que terminado el concurso electoral, el presidente le propuso el cargo de aduana, no precisamente por un asunto de seguridad, sino por su lealtad e institucionalidad.
CAMBIOS EN LA MIRA
Aduanas dio un giro hacia el tema de seguridad a raíz de los atentados del 9/11. Gran parte de la responsabilidad de esta nueva conducta de los funcionarios se adquirió por influencia de los norteamericanos, quienes inculcaron el ADN de esta materia para dejar atrás el rol recaudador y fiscalizador que antes desempeñaba. Estas actividades, de recaudación y fiscalización, siguen presentes en el día a día de los que ahí laboran, pero también se ha afilado el lápiz en materia de seguridad para detectar y combatir el crimen organizado.
Ahora se instalarán cámaras en el anden del Aeropuerto Internacional, añade Gómez. También ha programado un programa para sacar carga. Se cumple con un horario fijo hasta las 6 de la tarde. "Anteriormente podía entrar o salir mercancía las 24 horas, pero aduana solo tenía presencia hasta las 6 de la tarde. (El resto del tiempo regía un libertinaje amparado por las autoridades, nadie revisaba nada). La mercancía entraba y salía sin ningún tipo de control, la Policía no estaba, aduanas tampoco", manifestó Gómez. Aclara que cuando se trata de mercancía perecedera se coordina un espacio de antemano para poder liquidarla.
Bolívar Castillo, gerente de seguridad del Aeropuerto Internacional de Tocumen, indicó que en la zona de carga se han establecido una serie de controles para evitar la entrada de personas ajenas a la terminal y para ello se le ha solicitado a todas las empresas que allí están establecidas su cooperación.
“Todas las personas, dice, que laboran dentro de la terminal deben contar con el aval o autorización de su empresa al igual que los vehículos, para poder ingresar al área”.
Añadió que recientemente se sometió a una licitación pública un proyecto para recercar la terminal de carga, proyecto que actualmente está en ejecución y que posteriormente se hará lo mismo en la terminal de pasajeros.
Setenta funcionarios no son suficientes para controlar la zona de carga y para atender a los 8 millones de pasajeros que transitan anualmente por el aeropuerto de Tocumen. Tampoco son suficientes para estar al tanto de la carga que viene en los vuelos privados que pernoctan en lo que era la pista del antiguo aeropuerto y cuya carga muchas veces se descarga después de las 6 de la tarde, cuando merma el personal.
RENOVACIÓN: ADUANA SIN UNIDAD CANINA
Los perros que olfatean la droga en las aduanas desaparecieron.
Para detectar pasajeros con droga, maletas contaminadas, o carga con sustancias ilícitas, la Autoridad Nacional de Aduana se recarga en los animales entrenados por la Policía Nacional en el aeropuerto internacional de Tocumen y en la frontera de Guabalá, Chiriquí.
José Gómez, director de Aduana explica que heredó este asunto de la pasada administración: “se dejó caer por falta de supervisión, esos animales tienen tiempo de vida y nos ha tocado retomar el tema”, dijo.
Para solucionarlo, indicó que ha destinado $200 mil para renovar la unidad.
“Estamos comprando cinco canes, cinco más antes de fin de año, la idea es tener 30 o 40 canes. Se fueron dejando los animales, el proveedor que había en Panamá tratamos de encontrarlo en Colombia, nos ha costado reactivarlo”, maniestó.
No le ha sido fácil. Confiesa que los intercambios que ha tenido con los vendedores ha sido complicada. Cada can puede tener un costo de $10 mil. Las razas pueden variar. “En un momento se emplearon perros pastor alemán, el tema es el entrenamiento que hay que darle al animal y al acompañante”, dijo Gómez.
En Aduanas hay 10 funcionarios capacitados en el tema y según el director se preparan a otros 10 para esta tarea.
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