Una unidad del Senafront narró a la fiscalía que había efectuado varias ‘vueltas’ para el entonces mayor Alexis Cedeño, pero éste describe que se trataba de una operación encubierta para sacar de la Policía a los agentes corruptos
En junio de 2016, el mayor Alexis Cedeño, jefe de la Unidad Especial de Asuntos de Fronteras de la Policía Nacional, recibió una llamada de un conocido informante en la que le decía que tenía que entregarle “unos documentos”.
En realidad, el hombre se refería a unos billetes, que en el argot del narco se conocen como “documentos”.
Este sería uno de los días que quedarían enraizados en la vida del mayor. Fue la fecha en que nació la operación que lo pondría tras las rejas, unos meses más tarde.
ABRIR LA RUTA
El mayor con fama de capturar más droga que nadie en el país, convocó a su jefe inmediato, comisionado Gilberto Glen de la Dirección Nacional de Inteligencia Policial, a una reunión a las 11:40 a.m. en su despacho. Sumó también al enlace de la embajada norteamericana y al fiscal de Drogas, Markel Mora, a quien contactó por whatsapp, como siempre solía comunicarse con él.
Todo inició cuando Mickey, un enlace de Darío Usuga alias “Otoniel”, líder del Clan del Golfo en Colombia, entregó a Kike Longas, un viejo informante de Cedeño y de la agencia norteamericana que trabajaba hombro a hombro con el mayor, $74,980, que servirían para “abrir una nueva ruta de droga en el istmo y seguir así la huella de los narcotraficantes”. Para ello, Kike debía alquilar un depósito para almacenar la droga y vigilar la ruta.
Cedeño asegura que en la reunión, los presentes dieron “luz verde” a la propuesta de la fuente, estaban anuentes a la operación. Luego, el Fiscal de Drogas, Markel Mora lo desmentiría cuando capturó a Cedeño con 113 paquetes de cocaína en el hangar un 25 de octubre de 2016.
HANGAR 23
La supuesta operación entró en marcha. Kike alquiló por medio de un tercero el Hangar 23, un depósito ubicado en el sector de Llano Bonito. Al parecer, lo hizo a través de un familiar que hoy paga prisión preventiva en el reclusorio femenino.
Henri Candanedo, un capitán de la Unidad considerado por la Fiscalía como uno de los mayores colaboradores del mayor, afirmó al fiscal que Cedeño le contó que Otoniel estaba poniendo a prueba a la fuente (Kike), para lo cual recibiría un vehículo que tenía que llevarlo al depósito y simular una carga a modo de señuelo con unos bultos. Luego devolvería el carro nuevamente a la otra parte, un supuesto desconocido, con el fin de detectar si la organización estaba siendo investigada por algún otro estamento de seguridad.
Como parte de la operación, Cedeño organizó el 6 de julio, a varios equipos de vigilancia en la Cinta Costera, el punto donde el “desconocido” entregaría el vehículo a Kike para ser trasladado al depósito. Según el mayor, notificó al fiscal por chat de esta acción.
Cedeño anticipó a sus unidades las características del auto, un vehículo Toyota Yaris de color beige, al que le dieron seguimiento hasta llegar al hangar de Llano Bonito, de donde aparentemente salió cargado con droga.
J. Sánchez, M. Buenavenura, miembros de la Unidad que comandaba Cedeño, y Kike llenaron las maletas de droga que estaban guardadas en el hangar dentro de un congelador, junto a Kike. Esto se sabe por las declaraciones que estos agentes hicieron a la Fiscalía. En ese momento, en el hangar no había presencia de la Fiscalía de Drogas, un funcionario que por ley debe presenciar este tipo de tareas emitiendo una resolución e informe sobre la actividad. Este es el puñal que tiene clavado el ex mayor por el supuesto delito de tráfico de drogas. Nunca llamó a la fiscalía para que participara de la tarea.
Luego, se entregó el vehículo al chofer de la fuente, un hombre de rasgos indígenas, para que éste lo devolviera al supuesto contacto que cruzaría la mercancía a la frontera con Costa Rica.
J. Sánchez también instaló un equipo de audio y video en el carro, tal como le encomendó su jefe.
Estos videos forman parte de las evidencias que utiliza la Fiscalía en contra de Alexis Cedeño.
Quienes generalmente tenían acceso a las llaves del hangar eran M. Buenaventura, Kike, Cedeño y J. Sánchez.
M. Buenaventura narró en la Fiscalía que cada vez que iba a la bodega de Llano Bonito, Cedeño le pedía que reemplazara el candado por uno nuevo y dejara las llaves en la oficina de la Unidad de Fronteras.
En el seguimiento, las unidades se percataron que el Yaris regresó a la Cinta Costera y se estacionó. El conductor cambió, y manejó el auto hasta un residencial en Bella Vista. Introdujo el auto a los estacionamientos. Desde ahí el equipo de seguimieto visualizó al conductor.
El hombre cargaba un uniforme del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) en un gancho.
Se trataba de J. Arosemena, un cabo con cuatro años de servicio en la unidad fronteriza, un tipo alto, con cuerpo atlético.
Después arribó al residencial un Hyundai rojo que entró en posición de reversa y al poco tiempo salió. Su conductor, se supo después, era otro miembro de la Policía Nacional.
Cedeño ordenó el seguimiento de los autos. Tomaron por la vía interamericana y llegaron a Los Ruices, provincia de Veraguas, donde suspendieron el seguimiento para que otro equipo continuara el trayecto.
Este mismo episodio lo narra a la Fiscalía el conductor del auto, J. Arosemena, el “Senafront” alto y atlético, que confesó haber efectuado varias “vueltas” para el exmayor Cedeño. Aquel 6 de julio de 2016 lo recuerda como si fuera ayer por el susto que sintió cuando se percató de que alguien más lo seguía, aunque finalmente logró cruzar la frontera con Costa Rica y entregar la mercancía.
El “Senafront” J. Arosemena, privado de libertad e imputado por tráfico de drogas, confesó a la Fiscalía el día que conoció al ‘jefe’ de la organización para la cual trabajaba. Un hombre que se presentó como Cedeño, dijo.
CONOCIENDO AL JEFE
A J. Arosemena le habían ofrecido un negocio, según describió. Parecía simple: alquilar un carro en Chiriquí de donde es oriundo, llevarlo a la ciudad de Panamá hasta un sitio referenciado y entregarlo a un contacto. Por lo general, se trataba de un hombre con acento colombiano u otro con rasgos indígenas, el que después de varias horas se lo devolvería (cargado con droga) para que lo condujera a un taller ubicado en la frontera tica, donde otros sujetos le recibirían la mercancía.
En el camino a la frontera, según narra J. Arosemena, solía recibir varias llamadas de un policía, que lo dirigía en la ruta. El fronterizo añadió que nunca tuvo problemas en los puestos de control, como el de Guabalá, cerca de la línea con Costa Rica, “el policía de turno me levantaba la mano dándome paso”, dijo al fiscal Especial Contra el Crimen Organizado, que investiga el caso.
A cambio, el fronterizo se ganaba un dinero por cada viaje. En el primero recibió $8,500, en otro $1,500, luego mil, y así sucesivamente hasta completar 11 “vueltas”.
Después de haber efectuado unos cinco viajes, el contacto de la organización le dijo que había una reunión en la ciudad con el supuesto “jefe”. Lo invitaron a un restaurante de un hotel ubicado en Calidonia.
En el grupo que conoció estaba una mujer delgada de tez morena, un hombre moreno de cabello corto con acento colombiano, que presume es la fuente Kike, quien lo recibió, según lo describe, con la siguiente frase: “Tranquilo, estás entre tu familia, ellos también son policías”.
Cuando capturaron a Cedeño, el colombiano salió del radar. Actualmente nadie conoce su paradero.
El ciudadano sentado junto a la muchacha se puso de pie, lo miró a los ojos y le estrechó la mano. J. Arosemena repite sus palabras: “Muy bien, Lancero, me has demostrado tu lealtad. Sigue así, verás que seguiremos trabajando bien; mi nombre es Cedeño”.
El fronterizo saludó a los otros integrantes de la mesa, uno, dice, de apellido Candanedo.
Durante la reunión, todos chistearon y conversaron.
Pasada una hora, se despidió el supuesto mayor Cedeño: “Lancero, eres muy buena unidad, sé que tienes potencial muy grande y que estás esperando un viaje para una beca de sub oficial, no te preocupes, que yo te puedo ayudar, tengo amigos allí dentro a los que les puedo hablar”.
El sábado 9 de julio, J. Arosemena hacía otro de sus viajes confesados. En esa ocasión, afirma, el contacto con Cedeño le impuso una ruta de regreso a Chiriquí por el Puente Centenario, pero el cabo tenía prisa y tomó la ruta del Puente de las Américas.
En Arraiján, se topó con el retén, cambió de asiento con su compañero porque él no tenía licencia.
En realidad, los policías no estaban interesados en sus papeles, sino en la carga del maletero: los paquetes de droga.
Lo curioso de la captura del fronterizo es la contraposición de los testimonios.
Cedeño lo refiere como un operativo con el consentimiento de la Fiscalía de Drogas que pretendía eliminar las “manzanas podridas” de la Policía Nacional.
Pero, una fuente judicial que analiza el caso considera que la captura de J. Arosemena “fue una trampa que le tendió Cedeño al agente fronterizo”.
Según contó Cedeño a la Fiscalía, la operación fue todo un éxito, la Policía hizo alarde en los medios, y la segunda fase, que se interrumpió con su captura, consistía en dar seguimiento y vigilancia al hangar donde se introducía la mercancía, dice, con el conocimiento del fiscal desde el 28 junio de 2016.
Añade que el testimonio del fronterizo en su contra es producto de las diligencias que hace el Consejo de Seguridad para buscar testimonios incriminatorios de J. Arosemena quien al ser arrestado desconocía toda relación con la droga, y en abril de 2017, narró su versión en la Fiscalía.
Para ese entonces, manifestó a La Estrella de Panamá una fuente relacionada a la investigación, “nadie sospechaba de los pasos en los que andaba el mayor, el hangar se rentó en febrero”, añadió esta persona.
El mayor explica que a “la fuente le indicaron que ya no irían a buscar la droga al depósito y que la mercancía fuera trasladada a Coronado, donde posiblemente tenían residencia los dueños de la droga, lo cual aprobó el fiscal con un “’ok, Dele’” en respuesta a Cedeño. La labor de inteligencia, según Cedeño, “permitió conocer los métodos empleados por los núcleos criminales para abrir nuevas rutas de tráfico a lo interno del país, a fin de que llegado el cargamento se rastreara el transporte y distribución de la mercancía y así conocer a los contactos, dando lugar a que se descubriera la participacíon del Senafront, parte de la red de apoyo, a quien se probaría mediante el envío de paquetes ficticios”.
Cedeño mantiene inamovible su postura. “Soy inocente de todos los cargos”.
Aduce que se le han violado sus derechos y que el Consejo de Seguridad ha coaccionado a sus unidades para declaren en contra de él.
La Fiscalía Contra el Crimen Organizado lo acusa de asociación ilícita para delinquir, tráfico de drogas y privación de libertad.
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