En una carta enviada al Departamento de Estado el expresidente detalla los favores que hizo a Estados Unidos, revela operaciones sensitivas, entre ellas que Hezbolla tiene presencia en el actual gobierno
Ricardo Martinelli, expresidente, se siente defraudado por los norteamericanos a quienes durante su mandato ayudó sin titubeos a pesar de que éstos favores, dice, le costaron amenazas de otros gobiernos. El mandatario tuvo una relación tan estrecha con Washington, que pensó que jamás lo abandonarían en momentos en que se sintiera amenazado. Les tomó la palabra de que acudiera a ellos para conseguir refugio. Pero nunca pensó que lo iban a ‘echar en una cárcel’.
En una carta formal dirigida al Departamento de Estado, con fecha del 14 de mayo, y revelada por su abogado Sidney Sittón, Martinelli enumera a sus exaliados las operaciones que efectuó principalmente a la agencia de inteligencia CIA, o la forma en que inclinó la política exterior panameña a favor de Estados Unidos durante las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
La nota de 4 páginas, se perfila como una de las primeras batallas directas de Martinelli ante el Departamento de Estado de Estados Unidos para impedir su extradición a Panama, después de haber tomado la decisión de retirar los recursos de apelación en las Cortes de ese país. Martinelli quedará sujeto al Departamento de Estado, liderado por Mike Pompeo, quien decidirá sobre su extradición.
La carta desvela información sensitiva, materia de inteligencia y cooperación bilateral, que podría actuar como un burmerang en su intención de sensibilizar a Washington en su proceso. Los norteamericanos suelen ser muy reservados en esta materia, y los hechos ahora son públicos.
El expresidente inicia con la queja de ser un perseguido político de quien fuera su exvicepresidente, a quien acusa de haber fabricado cargos en su contra para lastimar su carrera política y atacar a su familia. “El objetivo es deshabilitarme políticamente en 2019”, alega.
Enseguida menciona, en tono de reclamo, que escogió ir a Estados Unidos en vez de a Italia (país que no extradita a sus nacionales, como él) ya que fue invitado por los más altos oficiales del gobierno cuando necesitara su ayuda. “Después de años de amistad no esperaba que me botaran en una cárcel de Estados Unidos”, se lee.
A continuación, achaca la influencia que tuvo el exembajador de Estados Unidos en Panamá, sin mencionarlo, quien no solo dio una ayuda en el proceso, sino que hizo hasta lo imposible.
Cuando la agencia de inteligencia CIA solicitó que detuviera el buque norcoreano que cruzaba por el Canal procedente de Cuba, “no parpadié. Yo mismo hice la inspección del barco donde se hallaron armas, misiles, aviones, que violaban el embargo impuesto por las Naciones Unidas”.
Reseña que antes de decomisar la nave, le llamó el presidente de Cuba, Raúl Castro, para amenazarlo de que si paraba el barco iba a sufrir graves consecuencias. Ahí Martinelli no pierde el tiempo y aprovecha para resaltar las cercanas relaciones de Varela con los cubanos.
En uno de los párrafos le recuerda al Departamento de Estado que cuando seguía las instrucciones de la CIA, después de haber confiscado el buque, coincidentalmente el Presidente de Estados Unidos estaba siendo acusado de espiar a otros jefes de Estado, como Ángela Merkle de Alemania y Dilma Rousseff de Brasil.
Pasado el incidente del buque, Martinelli dice que el vicepresidente de Estados Unidos le dijo que habían tomado en serio las amenazas castristas, y que en el evento que él quisiera podía ir a Estados Unidos sin temor. “Tenía la impresión que podía confiar en la promesa de tan distinguidos oficiales, me equivoqué”, afirma.
El expresidente también narró que en una ocasión, la CIA le pidió que rescatara a un exoficial italiano que había sido condenado por matar a varios terroristas islámicos. Esto ocasionó que hiciera una operación especial para poner a salvo al italiano y entregarlo a la CIA, siendo un ciudadano italiano. “Me llamó el embajador de Italia y otras autoridades a amenazarme con énfasis de que debería enfrentar serias consecuencias por impedir que las autoridades italianas lo capturaran como uno de los fugitivos más buscados”, reseña.
Luego habla de las necesidades que dispuso el FBI en Panamá. Una de ellas, ampliar la base de datos del ‘sistema de reconocimiento facial’ instalado en el aeropuerto Internacional de Tocumen. Aunado a esto, recuerda que quiso poner 19 radares que estarían conectados con el Comando Sur para evitar el tráfico de droga al norte, pero el gobierno de Varela lo canceló. Desde entonces, dice, se ha incrementado en un 300% la cantidad de droga que ha ingresado a Estados Unidos.
Además les hace ver que durante su administración capturó a varios capos mexicanos, colombianos y al hijo del presidente de Surinam.
Entre los favores que hizo a Washington, sacó a relucir el voto a favor de Israel en las Naciones Unidas, razón por la cual fue declarado non grato por varias organizaciones árabes, particularmente Hezbolla, que tiene una enorme presencia en Panamá a través de algunos altos funcionarios del gobierno actual.
Martinelli estaba muy seguro que en Estados Unidos tendría un refugio, porque, una vez más se lo reiteraron cuando fue a la sede de la CIA, en Langley. Era en un almuerzo privado donde le reiteraron que cuando necesitara protección del gobierno de Varela, o de otros, podía acudir a ellos.
“Mi carrera política está lejos de terminar, este proceso me ha convertido en un mártir. Mi popularidad en Panamá ha incrementado”, advierte Martinelli como la posibilidad de volver a ser hombre con el que tenga que lidiar Washington en el futuro.
Martinelli muestra su enojo por la actitud del exembajador de Estados Unidos en Panamá, John Feeley, quien recientemente dijo al New Yorker, que “hizo un gran esfuerzo para que detuvieran a Martinelli” en Miami.
En la carta al Departamento de Estado, señala que le hubiera gustado que el exembajador investigara más profundo antes de abrir una vendetta por Twitter y declaraciones, algo inusual en estos cargos.
Lo curioso es que estos señalamientos, a juzgar por la fecha de la nota, se esgrimen antes de que el artículo del New Yorker fuera publicado.
Su vocero Luis Eduardo Camacho dijo a La Estrella de Panamá, que éste hecho motivó al expresidente a coordinar con el fiscal Adam Fels, interponer el primer recurso: el desistimiento de la apelación contra la solicitud de detención con fines de extradición presentada por la Corte Suprema de Justicia de Panamá.
El documento presentado ante el Circuito Undécimo de la Florida, señala que de “el presidente Martinelli ha consultado con la fiscalía y ésta no se opone a la reparación. Para evitar dudas, el peticionario continuará desafiando su extradición a través de otras vías y no está accediendo a la solicitud de extradición”.
En la última página, Martinelli dice que era 100% pro americano, y que aprendió que los procesos de extradición no son apegados al debido proceso, que Estados Unidos mira la forma más que el fondo. “Después de lo que mi país y yo hemos hecho por E.U., pensé que no se iban a involucrar en la vendetta personal que tiene Varela en mi contra. Me han detenido en una cárcel por tanto tiempo, y me tengo que defender con las garras de un caso que ha fabricado el gobierno”, reseña.
Finaliza diciendo que fue traicionado por Varela, y que si lo van a extraditar a Panamá, pide que se haga en forma expedita de acuerdo con el Tratado bilateral.
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