Cuando los panameños escuchan la palabra Odebrecht, se les viene a la cabeza un carnaval brasileño de coimas y corrupción. Pero cuando se dejan a un lado los prejuicios, se descubre que en la construcción de la Cinta Costera III los chorrilleros fueron grandes protagonistas de esta mega obra del Pacífico panameño. Docenas de pandilleros de el barrio El Chorrillo hicieron posible el proyecto desde donde se contempla una exquisita vista a las aguas del Canal de Panamá, y que a su vez, colinda con su barrio. El corregimiento debe su nombre a una vertiente de agua cristalina que bajaba del cerro Ancón, y vertía sobre el Mar del Sur.
Tal vez, ninguno de los pandilleros que colaboró en el vertido de la mezcla que formó las anchas planchas de concreto, se detuvo a meditar que esta despejada vía facilitaría su captura en momentos de huida. Hasta el 2014 -que se inauguró la obra- se escabullían de la Policía adentrándose en la barrera natural que formaban los manglares que delimitaban el barrio con la playa.
La administración de Ricardo Martinelli (2009-2014) pagó $780 millones a la constructora brasileña por el proyecto. La Contraloría General de la Nación estima que hubo un sobre precio de $100 millones. Solo a metros de esta vía se aprecia el panorama sombrío de El Chorrillo. Un contraste lacerante, con docenas de barracas que permanecen milagrosamente de pie ayudadas por palos de madera, hojas oxidadas de zinc y cualquier material de construcción desechado. El último censo disponible (2010) constató 744 casas condenadas.
La gente convive con las aguas negras que delatan un sistema de drenaje colapsado, y durante la temporada lluviosa -que va de mayo a diciembre- el agua empozada crea inmensos charcos. Los tanques de basura aparecen regados a mitad de calle, o flotando a veces como parte de la inmundicia.
El hacinamiento es otro de los principales males de esta comunidad. Es el germen que origina múltiples problemas sociales: niños hiper sexualizados, VIH, algunos casos de tuberculosis, violencia doméstica, niños y jóvenes en riesgo de ser absorbidos por pandillas y de caer en el vicio de la droga y el alcohol, que se consumen libremente en las calles. La inversión más significativa -en materia sanitaria- con la que se ha beneficiado esta comunidad se realizó en 2014, un proyecto de $7 millones, que consistió en una nueva línea de abastecimiento de agua potable.
Si bien el barrio ha dejado atrás la espiral de violencia, la periferia está llena de problemas producto, no de la naturaleza o idiosincrasia de los muchachos, sino de la estructura social en la que viven y tratan de sobrevivir. En la medida en que carezcan de educación y empleo, en el futuro serán una presa fácil para las pandillas.
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