El papa visitó el Centro de Cumplimiento de Menores, donde dijo que descalificar levanta un muro invisible, pero no resuelve los problemas
El papa Francisco recorrió ayer más de 40 kilómetros para encontrarse con 180 infractores que cumplen sentencia en el Centro de Cumplimiento de Menores ubicado en Las Garzas, una zona rural en la periferia de la capital panameña. La cara pobre y desmejorada que contrasta con los altos edificios del centro de la urbe.
Como si fuera un recluso más, Francisco pronunció un discurso esperanzador para quienes han sido etiquetados por la sociedad como infractores.
Intercalando la palabra bíblica, el papa ejemplificó la vida de Jesús, cuando se juntaba con pecadores y le cerraban la puerta, lo rechazaban los que etiquetan, los bochinchosos que no se sentían pecadores.
Los privados de libertad, los infractores, son los predilectos del papa, lo han sido a lo largo de su papado. En Roma, Italia, ha celebrado varios Jueves Santos en prisiones, donde lavó y besó los pies de los presos. En su visita a Ciudad Juárez, México (2016), el papa visitó la cárcel el Cereso 3. En Chile, asistió a la cárcel de mujeres en San Joaquín, el año pasado.
Son los hombres y mujeres que no pueden ir a él, por eso el papa los visita, para hacerles sentir que es igual a ellos, para dar aliento y esperanza.
En una pequeña capilla adornada con los símbolos de la Jornada Mundial de la Juventud, dentro del Centro de Menores, Francisco se igualó a un pecador “porque todos somos pecadores, y si alguno de los que estamos aquí no se siente pecador, sepa que Jesús no lo va a recibir”, exclamó el papa.
Alentó a los reclusos, y a un grupo de seis mujeres provenientes de otro centro, para que no desfallezcan en su intención de salir adelante, de reinsertarse a la sociedad. “Cuidado con la polilla de ‘no voy a poder’. Es una polilla que los come por dentro, no le hagan caso cuando les dice que no pueden”, insistió. “Todos tenemos un horizonte. ‘Yo no lo tengo’, puede decir alguno, abrí la venta y lo vas a encontrar”, expresó en su característico acento argentino.
Les planteó dos caminos, dos miradas, una que siempre habla mal del otro y una que busca la transformación. La mirada del chisme, señaló, no solo es de aquella época (la de Jesús); es de hoy también. “Esa mirada busca desacreditar el comportamiento, condenan, descalifican para siempre, y se olvidan que ante los ojos de Dios ellos están descalificados. No quieren aceptar, ponen rostros y etiquetas a las personas y tienen que cargar con eso para el resto de la vida, manifestó”.
Así se divide a los buenos y los malos, continuó, aquí los justos y allá los pecadores, es la cultura del adjetivo. “Nos encanta adjetivar. Vos cómo te llamas, me llamo bueno. No, pero vos cómo te llamas, a los chismosos no les interesa el nombre, sino el adjetivo”, subrayó el pontífice.
Enseguida detalló que la actitud descalificativa levanta un muro invisible que hace creer que marginando, aislando a los pecadores, se resuelven los problemas. Se entra así a un círculo vicioso de reproches y condenas. “Es una actitud de marginación, de confrontación. Mejor que estén guardados y que no vengan a molestar, queremos vivir tranquilos. Con esto se enfrentó Jesús y nosotros hoy también nos enfrentamos a eso”, indicó el papa a los presentes, entre quienes se encontraban autoridades gubernamentales.
Después hizo un llamado a los responsables del centro y sus familias: “peleen, pero no entre ustedes, sino para encontrar los caminos de inserción y de transformación” de estos jóvenes.
El papa habló también de la otra mirada, la de la conversión que todos necesitan. La describió; como una mirada “que nace del corazón de Dios, que nunca echa a nadie, lo invita. Lo espera y abraza. Si no sabes el camino, Él te busca. En cambio, la otra mirada rechaza”, les dijo a los jóvenes que lo atentos lo escuchaban.
El amor espiritual no tiene tiempo para murmurar. Los que creen que tienen el alma purificada diez veces en una ilusión de una vida escéptica que no tiene nada. La vida de los que critican, se sienten tan puros que no tienen sabor a nada.
Pidió a las autoridades y a los muchachos crear vínculos y no prestar atención a los chismosos, a quienes calificó de “amargados”.
Al inicio de la liturgia penitenciaria, el papa escuchó el testimonio de uno de los jóvenes, quien confesó los tropiezos que le llevaron a la cárcel. La directora del Instituto de Estudios Interdisciplinarios, Emma Alba, informó, más tarde, que el joven recibió una medida cautelar.
El papa celebró una liturgia penitencial en la que también confesó a tres de doce chicos que participaron en este sacramento. Fueron los menores de este centro los que construyeron los confesionarios instalados en el Parque del Perdón, en el Parque Omar.
El Centro de Cumplimiento de Menores Las Garzas fue inaugurado en 2012 y tiene una capacidad para 192 reclusos. Es considerado modelo no solo en Panamá, ofrece a los jóvenes un itinerario de reinserción integral a través de aspectos educativo, familiar y de salud.
Los internos deben participar en seminarios del Instituto Nacional para la Formación Profesional y el Desarrollo Humano (Inadeh).
No hay comentarios
Publicar un comentario