Las organizaciones criminales se han asociado con los Estados, operan en la impunidad de forma separada pero bajo un mismo territorio. Aprovechan la debilidad institucional y buscan socios en otras latitudes
La forma de combatir el crimen organizado debe verse bajo una lupa muy distinta a la tradicional. Ahora tiene socios mucho más poderosos que antes, aliados que otrora luchaban contra ellos, les facilitan encuentros, negocios ilícitos y enriquecerse a cambio de un porcentaje de sus ganancias.
Ya no se trata de organizaciones delincuenciales con nexos en otros países, sino de Estados criminales que actúan junto al crimen organizado, y que a su vez, éstos se apoyan con otros Estados vecinos o en otras regiones del mundo.
El experimentado periodista Douglas Farah, especialista en seguridad nacional y excorresponsal del Washington Post, en una reciente conferencia organizada por el Centro Latinoamericano de Periodismo y el Colegio Nacional de Periodistas de Panamá, disertó sobre "Periodismo contra el crimen organizado y su impacto en la economía del país".
Farah explicó que los grupos criminales trabajan de forma separada pero en el mismo territorio que actúa con ellos. Venezuela -dijo- es un claro ejemplo de eso.
Para que este caldo de cultivo hierva, deben confluir varios ingredientes. El primero, un Estado débil, es decir, con instituciones frágiles, corrompibles. Una situación que brinda a los criminales una oportunidad para adueñarse de los territorios en donde el Estado se encuentra ausente.
Tradicionalmente los estamentos judiciales y de seguridad que luchan contra el narco, lo hacen en una línea vertical, desde el capo, sus integrantes y las relaciones de estas organizaciones en otros países. En este esquema interactúan otros ejes: logística de transporte, la venta de la mercancía, y el retorno del dinero al dueño del producto.
En este último punto es cuando se manifiesta el delito de blanqueo de capitales. En una línea simple Farah definió este modelo: si no tiene lógica económica, o no es racional el negocio, se trata de lavado. Como ejemplo, señaló obras públicas que nunca se cumplen pero que su costo aumenta cada año; cigarrillos a muy bajo precio, o negocios que operan con pérdidas del 20%. No se trata de una competencia leal, lo que al final de cuentas, el flujo de economías ‘fáciles’ destruyen el sistema económico.
Volviendo al tema de narco Estados, cuando son socios del narco, controlan las investigaciones contra el crimen organizado, lo que les da luz verde para operar a libertad. De igual forma, las organizaciones no tienen que preocuparse por crear esquemas complicados para blanquear los capitales. En vez, usan los servicios del Estado para este propósito, evaden los controles.
Farah describió el sitio soñado para operaciones de las organizaciones criminales: evitar los juzgados; que el Ministerio Público no los investigue; que la Policía no los incluya en sus listas de los más buscados, por ejemplo.
Y enfatizó: “Venezuela se ha convertido en un gran prostíbulo donde cada uno puede llegar sabiendo que puede hacer los negocios que quiere, puede hacerlo por la mañana y a la tarde ya no está más. El Estado les garantiza prácticamente el espacio seguro donde todo mundo puede hacer su negocio”, resumió el periodista.
Farah analizó la situación de Latinoamérica en este sentido, e identificó los países con los que Venezuela se relaciona.
Por eso, añadió, Estados Unidos no “entiende que la lucha contra el narco no se limita a Estados individuales, sino que éstos trabajan en conjunto. Por ende, se dificulta más la estrategia para combatir el crimen organizado. El Estado dirige una empresa criminal, por eso pueden durar muchos años en el poder”.
La refundación política y económica de América Latina se basa en el repudio de los políticos tradicionales que tienen una larga cola de corrupción.”La revolución Bolivariana sí tiene un odio a Estados Unidos, por eso entran en el rompecabezas Rusia, China e Irán, porque buscan alianzas con cualquiera que no sea Estados Unidos”, analizó Faraha.
“Ahora estos países que eran petroleros, se han desestabilizado y abrieron su portafolio de negocios al tráfico de oro, un fenómeno que toma mucho más valor en nuestros días”, analiza el comunicador.
Farah explicó que “si la impureza del oro es inferior al 95%, entra a Estados Unidos con facilidad. La gente que está en el campo gana más que los cocaleros y corren menos riesgos en caso de enfrentar a las autoridades porque tienen oro, no cocaína”.
El mineral llega a otros países para ser refinado. Surinam, por ejemplo, ahora exporta más toneladas a pesar de que la minería en ese país no ha mejorado. El oro siempre ha sido un instrumento financiero, intocable e irrastreable.
Otras formas que emplean los gobiernos para lavar el producto del oro es crear empresas que operan por corto tiempo y desaparecen, pero mientras están activas mueven millones que pasan desapercibidos en las fiscalías de estos países.
Finalmente, Farah observó la situación preocupante de Panamá, país que calificó como en un ‘Estado frágil’, que aunque aún cuenta con instituciones que funcionan, requieren de un fuerte apoyo del Ejecutivo para no perder el control. No obstante, alertó sobre el deterioro social y la falta de legitimidad en el gobierno, situaciones que acarrean consecuencias casi irreversibles.
“En los últimos años se han tomado pasos peligrosos en este sentido” advirtió.
Enseguida explicó cómo se utiliza el sistema financiero de Panamá para el blanqueo de capitales: se abren varias empresas con el mismo bufete de abogados y los mismos prestanombres, o directivos.
Transfieren dinero a esas empresas como si tuvieran una actividad económica, y después, esas empresas transfieren los fondos a Venezuela o Europa como si estuvieran comprando o vendiendo algo que no existe. “Hay muchos casos donde empresas venezolanas se arman en Panamá para comprar equipo para Petróleos de Venezuela (PDVSA), pero ellos no compran equipo de nada, aunque en papel pueden decir que han comprado equipo para perforación, etc”, indicó.
A continuación, el dinero pasa por las cuentas bancarias de esas empresas, normalmente hay una en Estados Unidos, en Panamá y otra en Venezuela con el mismo nombre y los mismos testaferros.
“Un claro ejemplo de ello es que la ciudad de Miami, Florida, Estados Unidos, ha sido invadida por empresas venezolanas dedicadas al lavado de dinero y el gobierno norteamericano ha sido muy lento en reaccionar. Es verdad que exigimos mucho a los otros países, pero lo que ocurre en Estados Unidos es que, cuando agarran a alguien y lo meten a la cárcel el resto de los relacionados huyen del país. En otras naciones son pocos los juicios y la gente se establece ahí porque no pasa nada, concluyó Farah.
PANAMÁ SIRVE COMO PUENTE AL PASO DE DROGA
Panamá no ha perdido la condición de puente, no solo para asuntos de exportación e importación de productos. también lo es para mercancía ilícita.
En el caso de la droga, las organizaciones emplean todas las rutas posibles; aérea, marítima y terrestre.
A pesar de que el Darién ha funcionado como un gran tapón entre Panamá y el resto de Suramérica, es un paso de migrantes contratados por el narco que se prestan para transportar en sus mochilas pequeñas cantidades de cocaína, 10, 15 o 20 kilogramos.
Este método minimiza las pérdidas en caso de que la persona sea sorprendida por las autoridades.
Eduardo De La Torre, fiscal Segundo Superior Especializado en Delitos Contra las Drogas, explicó recientemente, durante el seminario “Periodismo contra el crimen organizado y su impacto en la economía del país”, la metodología de las organizaciones criminales que operan en Panamá.
Manifestó que las llamadas ‘mulas’ que transportan pequeñas cantidades de droga, llegan a Bayano, o Metetí, hasta topar carreteras en buen estado y después alcanzar la frontera con Costa Rica para continuar la ruta al norte.
Así es como el precio de la droga se incrementa, según la lejanía del centro de producción. En Estados Unidos se valora entre $20 mil a $35 mil el kilo, cuando en Panamá su valor se calcula en $5 mil. En Europa y Australia se paga hasta $50 mil o $150 mil respectivamente.
En el combate contra el crimen organizado en Panamá, su socio, Estados Unidos, juega un papel preponderante. La potencia con más recursos advierte a las unidades fronterizas y agentes del Servicio Nacional Aeronaval (Senan) sobre las lanchas rápidas, go fast, cargadas de toneladas de cocaína que evitan las costas para pasar desapercibidas por las autoridades costeras. Es un típico mecanismo de transporte de esta mercancía.
En caso de ser sorprendidos por los guardias costeros, algunos sujetos alzan las manos y se entregan, saben que es el final. Otros, tiran los bultos al mar y las autoridades los recogen, lo que complica la judicialización de estas personas “porque los jueces alegan que los bultos no estaban en posesión de los narcos”, describió el fiscal. En las lanchas llevan los bultos de droga, combustibles y algo de comida. Una modalidad efectiva es a través de un ‘parásito’, que no es más que un tanque soldado por debajo de la lancha, imperceptible a la vista de las autoridades al inspeccionar la nave ya que la mercancía se engancha por la parte inferior.
Por vía marítima no se ha perdido el uso de semi sumergibles. Aparatos costosos y muy complicados de interceptar, que por sus colores gris y azul, se mimetizan con el mar cuando los helicópteros sobre vuelan el área. La construcción de cada aparato de este tipo es superior al millón de dólares. Estas embarcaciones bordean las islas Galápagos de Ecuador, se alejan de las costas para ser imperceptibles a las autoridades.
Las autoridades panameñas también han detectado hallazgos bajo la cubierta, en la parte inferior de los buques, en donde se amarran gran cantidad de maletines con droga. Cuando esto ocurre, por lo general la información se recibe a través de fuentes de inteligencia del exterior, y cuando toca puerto el barco, realizan la inspección.
El problema para las autoridades es determinar el responsable de la carga. Los capitanes y la tripulación alegan desconocer sobre la mercancía ilegal. Esto ha obligado a las grandes navieras a contratar compañías especializadas que se encargan de certificar, previa verificación con buzos en el puerto, que la embarcación salió limpia. Lo que les garantiza una cobertura sobre cualquier incidente en caso de que posteriormente se detecte droga.
La contaminación de los contenedores es una de las modalidades más empleadas por el crimen organizado. Los homicidios recientes en la provincia de Colón, responden al control de los puertos, una de las rutas más disputadas por los narcos.
Los criminales ponen la droga en maletines negros, casi siempre de la misma marca, y burlan los sistemas de vigilancia (cámaras) instalados en los puertos. Todo lo tienen medido. El tiempo que tarda la cámara en posicionarse en un punto específico les da espacio para tirar el maletín en el contenedor e instalar sellos falsos. Su contaminación solo puede detectarse a través de una minuciosa inspección al sello, algún número incorrecto. El dato es que sólo el 1% de los contenedores a nivel mundial pasan por un escáner.
En la Zona Libre de Colón, por ejemplo, la administración de Juan Carlos Varela adquirió 7 escáners que nunca se instalaron. Estos aparatos son capaces de revisar los contenedores en segundos y marca una alerta en caso de requerir una revisión. Una práctica común en otros países, mas no en Panamá.
En lo que va del año, la fiscalía especializada contra las drogas ha logrado 534 condenas por delitos contra la salud (posesión ilícita de drogas), 6 absoluciones y 2 sentencias mixtas.
Con respecto al blanqueo de capitales, la forma más común de detectar este delito por las autoridades es el transporte de dinero en efectivo. Hasta septiembre de 2019 se habían comisado $800 mil. También el dinero tiene su ruta para retornar al dueño de la droga.
De La Torre se queja que muchas veces el criterio de los jueces no acompaña sus investigaciones en delitos de blanqueo. Dinero que para los fiscales es producto de la venta de droga, difiere el criterio de los jueces. Ejemplifica un caso en el que se decomisaron $200 mil en el auto de un sujeto, pero el juez indicó que “tener dinero no es un delito”, se quejó el fiscal.
Las formas de lavar dinero en Panamá prácticamente son las mismas que han contado las autoridades desde hace años: a través de testaferros, en actividad inmobiliaria, empresas fantasmas, transferencias y envíos, compra de billetes ganadores de la lotería, introducción de dinero vía terrestre a través de vehículos con doble fondo, en la guantera, el maletero, o la llanta de repuesto.
Hasta la fecha las autoridades han incautado un poco más de 60 tonelada, 4 o 5 tonelada más en comparación a 2018 para la misma fecha. La mayor parte de las incautaciones son de cocaína, pero en cuanto al consumo, en Panamá prima la mariguana por el precio.
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