Médicos que atendieron a las víctimas de la iglesia “Nueva Luz de Dios” cuentan los relatos de los sobrevivientes y su progreso médico. El pueblo vive aterrado por la creencia que ‘el demonio está en el presente y que los va a acabar a todos’. Presentan trastornos de ansiedad.
La comunidad de Torreón, en Santa Catalina, Comarca Gnäbe Buglé, sigue atemorizada a pesar de que la Policía arrestó a los 9 hombres que acabaron con la vida de 6 personas, y dejó otras 15 heridas, arrastrados por la creencia de una secta religiosa que supuestamente les ‘sacaba el mal’.
A pesar de que la secta “Nueva Luz de Dios” está presente desde hace años en el sitio, nunca se había registrado un comportamiento como el que hallaron los policías y el fiscal de homicidios. Rafael Baloyes, cuando llegaron al sitio en respuesta al llamado de auxilio.
Quien dio el aviso del maltrato y las desapariciones en la comunidad es un joven de 16 años que se encuentra hospitalizado en recuperación de las quemaduras, hasta de segundo grado, en su anatomía, como en la cavidad oral con un tizón, y parte de la espalda. Él, junto a sus dos hermanas, de 20 y 29 años, lograron escapar. Caminaron por más de 4 horas hasta llegar a un centro de salud en Río Luis. Su condición y la de sus hermanas, quienes también presentaban heridas cortantes en la cara y el brazo, fueron trasladados en una ambulancia al Hospital Luis Chicho Fábrega.
El doctor Eduardo Vannucci, subdirector del hospital Luis "Chicho" Fábrega y médico de urgencias, cuenta el testimonio de algunos jóvenes.
Según sus palabras, el muchacho menor de edad estaba castigado, amarrado en una casa que permanecía custodiada, pero en un descuido de los captores, las hermanas lograron desatarlo y escaparon. Se internaron en la selva y cruzaron un río hasta llegar al centro de salud el 12 de enero por la noche. Fue cuando se encendieron las primeras alarmas de auxilio que motivaron a las autoridades a desplazarse al área.
QUEMADURAS CONOCIDAS
Vannucci conoce muy bien la zona porque laboró cerca de ahí. Ilustra que antes de este incidente, había recibido paciente con quemaduras, que no eran parte de ningún rito o secta, sino que el método forma parte de las alternativas que emplean los curanderos indígenas. “Había recibido pacientes quemados con clavo caliente, porque si tiene un dolor de muela les queman el cachete del lado externo, aunque no lo cura, supuestamente curan el dolor en otras partes. Hay pacientes quemados del ombligo, y resulta que tienen un apendicitis. Los pacientes arriban al centro de salud, por lo general, cuando el curandero del pueblo descarta todas sus formas”, describe el médico.
POBLACIÓN ATERRADA
Se trata de 50 casas dispersas en el monte. Una zona de difícil acceso a la que puede tomar días en llegar.
“La población tiene temor porque les dijeron que el demonio estaba en el pueblo y que los iba a acabar a todos. Ellos sienten que cualquiera puede llegar, aunque está la Policía presente”, describe la doctora Yadira Boyd, psiquiatra del Ministerio de Salud (Minsa) que se entrevistó con los moradores.
Los guías de la secta, 9 personas de los cuales 5 son hermanos, nunca habían presentado un comportamiento violento o de maltrato hasta que se conoció de el hecho. El hermano del pastor era el líder, pero hace dos años dejó el cargo a Mario González Blanco de 60 años quien tomó las riendas del grupo.
El galeno expresó que uno de los hermanos, Obniel Sid González, de 19 años es un líder de la secta y sus seguidores obedecen sus órdenes porque él “tenía visiones”. “Los cambios se presentaron cuando éste joven vio visiones que lo marcaban como un profeta, por eso dio la orden de hacer una limpia”, añade Vannucci.
Medicamente no existe una explicación sobre brusco movimiento, al menos eso indican las primeras evaluaciones a los victimarios.
Los discípulos antes no iban al culto obligados, pues no habían vivido estas traumáticas experiencias. Uno de los pacientes le contó al doctor Vannucci que cuando llegaban tarde al culto, como castigo, los desnudaban, les tapaban los ojos y les pegaban con un palo en diferentes partes del cuerpo. “También usaban sogas y con la misma Biblia les daban en la cabeza”, refiere.
Hubo casos en que los seguidores no soportaban los golpes y al rebelarse los amarraban, los torturaban con un palo y les golpeaban en el cuerpo. Algunos, a quienes se les notaba “el demonio” los enviaban a una casa de oración como rehenes y eran maltratados. Al parecer el resto del pueblo no se daba cuenta por la forma apartada en que vivían unos de otros.
Las 15 personas que fueron recibidos como pacientes en el ‘Chicho’ Fábrega, “estaban sometidas en la oración que aparentemente era por la noche. Algunos tenían golpes leves y otros más profundos. Les pegaron con un tuco. Uno de ellos, un varón, al parecer el abuelo que agarraba a su nieta de 9 años para que no se la quitaran de los brazos, quedó inconsciente producto de un golpe. Cuando despertó no encontró a la niña. Más tarde las autoridades le informarían que había sido encontrada en una fosa común junto a otras 5 víctimas.
Según narra la doctora Yadira Boyd, coordinadora de la primera gira a del Minsa a el Torreón, luego de las vivencias, los lugareños han quedado afectados con trastornos de ansiedad, depresiones recurrentes y trastornos de sueño. Los equipos médicos se encuentran en la zona para brindar atención médica y psicológica.
Los residentes contaron una versión muy similar a la que dieron los pacientes en el hospital. Dijeron que asistían a la iglesia y todo marchaba bien. Practicaban alabanzas y ritos normales, sin que nadie saliera lastimado. La doctora repite que tenían un líder al que le decían el Mesías, pero eran los mismos dirigentes que de un día a otro, cambiaron de conducta. Hasta ahora, las autoridades no han dado una explicación de cómo ocurrió el cambio o a qué respondió. “Los examinados indicaron que en la comunidad, no tienen problema de droga”, según indagó Boyd.
Aún permanecen en el hospital el joven con quemaduras quien ya puede ingerir alimentos vía oral, y una señora de 34 años que presentó hematomas en el abdomen y el pecho.
La mayor parte de los testigos de dichos actos requerirán atención psicológica debido al trauma sufrido, consideran los galenos.
FANATISMO
La necesidad económica y la ignorancia son el denominador común que detectan los victimarios extremistas para someter a sus víctimas. En el caso del fanatismo religioso detectado el pasado 14 de enero en la comunidad de el Torreón, ubicada en la Comarca Ngäbe Buglé, se combinaron varios factores, no solo la pobreza y la ingenuidad.
¿QUÉ PASA EN LA MENTE?
La Estrella de Panamá consultó a varios especialistas para conocer qué pasa en la mente de los victimarios que practican esta clase de ritos sádicos, crueles, que dejaron el trágico saldo.
Los victimarios, “son sociópatas, pero tienen una particularidad; una maldad intrínseca que no siempre se detecta, pasan desapercibidos, como buenas gentes, y se desconoce esa conducta”, define el médico psiquiatra Carlos Smith, del Instituto Nacional de Salud Mental.
Los sociópatas son individuos que padecen de un trastorno de la personalidad, desprecian los derechos de los demás. Para ello, se valen del engaño y la manipulación.
Todos tenemos un grado de sugestionabilidad que nos lleva a hacer cosas que en ese momento tal vez necesitamos. Las carencias mueven a las víctimas, “hay una mezcla de ignorancia y limitaciones socio económicas, que los conduce al amparo de esa otra vida, y a pensar que la vida que viven está mala”, describe el doctor psiquiatra Smith. De esta forma, los victimarios detectan dichas carencias y someten a sus víctimas, se aprovechan de ellas y las inducen, como el caso de el Torreón.
El Torreón es una comunidad apartada, adentrada en la selva panameña, donde las casas de sus habitantes se encuentran distantes unas de otras. La Iglesia solía ser el sitio de convergencia. No obstante, en sitios como el descrito, la presencia del Estado suele ser muy remota, y en ocasiones hay poca respuesta de parte de los mecanismos de control social, ausentes. Lo que evidencia un sistema reaccionario, y no preventivo.
La carencia brinda un escenario ideal para germinar conductas fanáticas, que se caracterizan por ser absolutas, eternas, y tener como norma suprema la obediencia. Los doctores entrevistados explican que el fanatismo religioso pierde el contacto con la realidad.
La literatura especializada consultada por este diario, retrata una situación de megalomanía, de estar por encima de los demás. De uno que se hace pasar como el gran salvador de los problemas y busca imponerse con violencia, que impacta a las víctimas y, ahora, a toda la ciudadanía que no esperaba un hecho como el reportado.
Los victimarios aprovechan el deseo de sus víctimas de ‘darle un sentido a la vida’ y los atrapan, les quitan la plata. Aparentan una cosa que no son, pero eso es parte del proceso de engaño, de irse hacia objetivos que nadie piense que ellos pueden hacer eso. “Se busca un lugar apartado, montañoso, eso es ideal porque es más difícil ser detectados y pueden golpear a unos, supuestamente para sacar los demonios que llevan dentro”, manifiesta Smith.
También pueden haber factores genéticos, atenuantes que impulsen a la persona a accionar con estos extremos. “No tienen capacidad de juicio discriminativo”, acentúa el doctor Disney Fajardo, psiquiatra.
CRIMEN Y FANATISMO
El fanatismo y la criminología son materia de estudio forense.
La criminóloga mexicana, Sandra Morales, describe que al fanático como uno que “trata a sus creencias como una manera de vida por lo cual necesita desmentir, repudiar o destruir la realidad que atente contra el sistema de sus creencias”.
Cuando el fiscal Rafael Baloyes arribó al Torreón, luego de recibir el llamado de auxilio de uno de sus habitantes, describió que el rito estaba en desarrollo. Los hombres se veían como sumergidos en el acto, dijo a La Estrella de Panamá en entrevista previa. No obedecían al llamado de la Policía que en reiteradas ocasiones solicitó suspender la actividad hasta que tuvo que intervenir para detenerla por la fuerza. En ese momento, vieron a una mujer desnuda a la que supuestamente le estaban quitando los males.
“Ellos estaban haciendo una oración, estaban convencidos que estaban haciendo una obra de Dios”, narró Baloyes. A quienes no lograban sacarles el mal, los ejecutaban como supuesta orden de Dios. Para ello, empleaban palos de madera, sogas, y otros objetos, con los que golpeaban hasta la muerte.
Los factores que desencadenan el fanatismo, de acuerdo Morales, son la pobreza o marginación: por actitud pasiva de conformidad, resignación o desesperada justicia e igualdad. El segundo aspecto que resalta la criminóloga mexicana son los conflictos de identidad, por querer ser aceptado o sentirse parte de algo, y el tercer factor se refiere a la rabia social, un sentimiento de derrota, vejación hacia la persona o creencia que tienen que defender a como dé lugar.
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