La metodología para combatir la malaria antes de la construcción del Canal y la lucha contra el Covid-19 tienen varias coincidencias, una es la desobediencia civil, o la pobreza
El Canal de Panamá no hubiera podido completar su construcción en 1914, si el país no hubiera saneado el territorio de la malaria. Los panameños tenemos un ADN histórico que persiste en las generaciones. Enseñanzas que afloran especialmente en momentos en que el país lucha contra la pandemia del siglo: el Covid-19.
El doctor Adán Ríos, reconocido oncólogo panameño que labora en el MD Anderson Cancer Center, Houston, Texas, Estados Unidos, regresa a principios de siglo y recuerda que, como ahora, en la época en que se construía la vía interoceánica, el país tuvo que erradicar la fiebre amarilla. Hay parangones, dice, “en esos tiempos también había cierta desobediencia civil, pobreza, no es nuevo lo que ocurre en Panamá, a diferencia de otros países de la región. La clave de todo es que había un propósito nacional que ayudó a recuperar posteriormente la soberanía, protección y desarrollo de lo que iba a ser el Canal, hecho que amalgamó a la población”.
Son muchas las coincidencias. William Gorgas, el médico del Ejército de Estados Unidos, jefe de la Comisión de Saneamiento de la hoy extinta Zona del Canal, se empeñó en acabar con la malaria mediante el control de los mosquitos que portan la enfermedad. Su estrategia fue recibida con escepticismo en una época en que los hospitales colocaban en las patas de la cama baldes con agua para proteger a sus enfermos de los insectos, sin saber que propiciaban los criaderos de mosquitos que acabaron con la vida de miles de pacientes.
El istmo es el ambiente ideal para los mosquitos: lluvia la mayor parte del año, clima tropical, y altas temperaturas que favorecen su reproducción. La malaria fue tan abundante en Colón, que se estimó que una sexta parte de la población sufriría ataques de malaria durante cada semana. “Los cementerios desde la ciudad de Panamá hasta Colón con miles de muertos por la enfermedad son evidencia de ello”, recalcó Ríos a este diario.
El doctor Omar Jaén, geógrafo, historiador y diplomático, retrató con detalle en un reciente escrito, a propósito de la pandemia del Covid-19, que en 1816 la fiebre amarilla mató a por lo menos 4% de la población ístmica, que en ese entonces era de 120 mil habitantes. Se vivió una gran pandemia nacional en 1851, con infinidad de muertos. “La fiebre amarilla hizo estragos en la ciudad de Panamá en 1863 y se registraron tantos muertos ese año, que corresponden hoy al 15% de aproximadamente 20 mil habitantes de nuestra capital y su área suburbana, lo que sería ahora cerca de 240 mil víctimas mortales de 1.6 millones de personas”.
De no haberse adoptado las medidas de restricción de movilidad como lo ha ordenado el Ministerio de Salud, actualmente habría más de 176 mil personas en Panamá contagiadas del Covid-19.
“El sentido de identidad, y conocer nuestra historia, nos permite trascender de los deseos individuales que muchas veces pueden ser antagónicos y perniciosos para el resto de la sociedad”, apunta el doctor Ríos.
El espíritu de Gorgas sigue presente en la ciencia e investigación de Panamá. El instituto que lleva el nombre del mencionado científico, realizó la secuenciación completa del virus para determinar la trazabilidad en el país y descubrió que la importación del virus provino de España. El Gorgas, nombre por el que se le conoce al instituto popularmente, es el responsable del diagnóstico de coronavirus en el país, gracias a investigaciones en las que se emplearon varios métodos de aislamiento.
Para erradicar la malaria, Gorgas y un grupo de especialistas del cuerpo militar estadounidense ordenaron drenar todas las piscinas de las casas individuales; recortaron maleza y hierba; se agregó aceite para matar las larvas cuando no fue posible el drenaje; la quinina se suministró gratuitamente a todos los trabajadores a lo largo de la línea de construcción; la quinina también se dispuso en todas las mesas de los hoteles; y se contrató a recolectores para recoger los mosquitos adultos que permanecían en las casas.
Esta metodología la había aprendido Gorgas luego de que el mayor Ronald Ross, durante la ocupación estadounidense a Cuba, descubrió la forma de transmisión de la malaria. El médico cubano Carlos Finlay había antecedido a sus colegas la forma en que se transmitía la fiebre amarilla, su idea ganó fama internacional y fue inspiración para el resto de los médicos, Gorgas entre ellos.
“El Canal de Panamá fue el milagro de la construcción de principios del siglo XX. También fue una gran demostración del control de la malaria, basado en un programa integrado de control de mosquitos implementado por los militares. La malaria no fue eliminada. Sin embargo, en estas condiciones más difíciles, la enfermedad se controló en la medida en que se pudieron completar los trabajos de construcción”, recoge en sus anales el Centro de Control para la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
La pandemia de nuestra era está bajo el microscopio de los científicos de todo el planeta azotado por el virus. Entre los hallazgos, como si fuera una coincidencia más, han determinado que el tratamiento contra la malaria, basado en 600 miligramos de hidroxicloroquina y un comprimido de azitromicina es capaz de vencer la pandemia en el cuerpo humano.
“El anclaje es la fuerza histórica, ya sabemos lo que tenemos que hacer y nos dará la fortaleza para saber cómo comportarnos. En los tiempos en que se luchó contra la malaria, si el pueblo no hubiera acatado las recomendaciones de los científicos, el país no contaría con el patrimonio más importante para el desarrollo económico del país y del mundo”, zanjó Ríos.
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