La organización Médicos Sin Fronteras (MSF) recoge varios testimonios de los migrantes, que reproduce La Decana, de quienes arriban a Bajo Chiquito, Darién. El primer punto de encuentro con autoridades panameñas.
Juan es un cubano de 59 años. Su familia sigue en La Habana. Salió de Cuba hace tres años y trabajó en Brasil y Uruguay. “En la siembra, en la construcción, como chófer. Pero la situación económica y el ser migrante, que te atropellan, me decidieron a salir hacia Estados Unidos”. No esperaba lo que se encontró en el Darién. “Éramos un grupo de unos 20. Caminas de las cuatro de la mañana hasta las siete de la noche, siempre embarrado, los pies siempre mojados, con arena, no te quitas las botas y acabas sin poder caminar. Hay montañas enormes, la Loma de la Muerte, inmensa. Hay ramas por todas partes, mojadas, te resbalas todo el rato, precipicios y barrancos, ríos, rápidos y crecidas súbitas, animales que escuchas toda la noche…”.
Juan llegó a Bajo Chiquito, hambriento, sediento, con los pies destrozados y la piel comida por insectos. “Te lo advierten desde EE. UU., ‘no lo hagas, es terrible’. Pero la necesidad está y entonces piensas, si él lo ha hecho, ¿por qué no voy a poder hacerlo yo? Pero, de verdad, no lo hagan, es terrible”.
“La selva te envuelve, es como si no quisiera dejarte ir, no sabes qué camino elegir, cuál será el bueno, eliges uno y al rato vuelves a estar donde saliste. No te suelta, no te quiere dejar ir”. El venezolano Alejandro, de 49 años, salió hace tres meses de su país. En Colombia, en Medellín, comenzó a barruntar la posibilidad de migrar al norte. Alejandro tardó 10 días en cruzar la selva y en el trayecto hizo amigos, de los que se separó y que ahora espera, con ansiedad, ver llegar vivos a Bajo Chiquito.
Tamara es de Haití. Tiene 39 años y está embarazada de seis meses. Con la pandemia, no le queda otra que migrar al norte y, con su marido y cuñados, pensaron que lo hacían con todas las garantías: pagaron 2.600 dólares para que una agencia los llevara a EE. UU. Les enviaron billetes para volar a Colombia en primera clase. En teoría, les cruzarían la selva del Darién en helicóptero. Se dieron cuenta de que los habían estafado demasiado tarde. “Nos dieron una bolsa con galletas y ya en la selva nuestros supuestos guías nos atracaron. Nos dejaron en la montaña sin comida, sin nada. Nosotros nunca hubiéramos puesto nuestras vidas en peligro. Esto no debería suceder. No puede ser que haya gente muriendo ahí. Deberían poder salvar a la gente o impedir que se acceda. Tienen que avisar de que no se haga ese camino”.
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