Eduardo Quiros, expresidente del Grupo Editorial El Siglo y La Estrella de Panamá, desclasifica intimidades sobre su trabajo y las negociaciones que determinaron la existencia de los diarios por las restricciones de la lista Clinton
Eduardo Quirós.
Su tono de voz, alto y con cadencia anuncian a una persona que ciertamente se apresta a explorar un nuevo rumbo en su carrera profesional. Después de presidir por casi 12 años al Grupo Editorial El Siglo y La Estrella de Panamá (Gese), Eduardo Quirós, guarda reserva sobre los nuevos proyectos que lo sedujeron para cerrar su vinculación al mundo periodístico. La decisión aún la medita, pero no niega que pueda estar relacionada con la política a dos años de un nuevo torneo electoral.
Presidir un grupo editorial es tener el celular lleno de mensajes a toda hora. De lo que le decían poco llegó a la redacción: “no supieron ni el 1%”, dice.
Durante su presidencia le tocó enfrentar uno de los retos más complejos, que amenazaba con desaparecer un acervo histórico, cultural y periodístico nacional. Pero no era solo eso, la lucha por conservar los medios estaba afincada a una razón más poderosa: el sustento de 305 familias que dependían de ese trabajo. Quien conoció a Quirós antes y después, sabe que ese episodio le sacó más canas que cualquier otra cosa. Y si se decide por la política, seguramente terminará con la cabeza blanca antes de envejecer.
¿Por qué decidió renunciar a Gese?
Han sido 12 años, muchas canas de por medio, un gran aprendizaje y oportunidad para aportar en la libertad de expresión en Panamá y del enorme valor que hace el esfuerzo para un periodismo libre para una sociedad democrática. Cuando se cumplen ciclos uno tiene un proceso de decisión personal. La pandemia, para todos, jugó un rol importante en nuestras vidas y luego de meditarlo, decidí cerrar ese ciclo.
Cuando se cumplen ciclos uno tiene un proceso de decisión personal. La pandemia, para todos, jugó un rol importante en nuestras vidas y luego de meditarlo, decidí cerrar ese ciclo.
Dicen por ahí que se va a lanzar al ruedo político...
Siempre será una opción, puede ser una opción.
¿Cuántas veces le llamaron de algún lugar para quejarse de las publicaciones que se habían hecho?
A la semana, al mes, al día (risas). A veces llegan justo cuando abres los ojos. A penas enciendes el celular ya tienes la primera llamada, seguramente. El mundo de los medios hoy en día es 24/7, así que, aunque el poder de una portada sigue siendo muy potente, las noticias están desde la media noche, así que hay quien a las 4:00 am ya está activado.
¿Pero eran más empresarios o funcionarios del gobierno los que se quejaban de algo?
Llaman de todo. Hay quienes saben y tienen las formas y lo hacen adecuadamente. Hay quienes no tienen las formas y entonces hay que pararlos.
Me tocó al final del presidente Ricardo Martinelli, todo el periodo de Juan Carlos Varela y ahora del presidente Laurentino Cortizo. Pero en términos generales, diría que entendimos rápidamente que eso no podía ser algo que condicionara nuestro trabajo.
El gran aprendizaje es saber poner cada cosa en su lugar. Una crítica, un comentario, una queja, siempre puede ser valiosa. Hay que tratar de ponerse en los zapatos de la persona y entender qué es lo que hay detrás. Si al final del día la intención es tratar de generar algún tipo de pulseo o manipulación, rapidito adiós, y haga lo que quiera. Sobre todo, respaldar a los periodistas, darle la certeza a quien está haciendo bien su trabajo, de que desde la administración del medio se le apoya. Eso para mí es fundamental. De lo que llegaba a mí a lo que se enteraban los periodistas, era casi nada.
¿Qué tanto supimos de eso los periodistas?
Yo siento que a veces ni el 1% se enteraban.
¿Qué tanto se guardó de eso?
Muchísimo. Casos concretos no quiero decir, pero, por ejemplo cuando un ministro de la Presidencia llama irrespetuoso porque hay una declaración que no le gusta y tu le respondes que venga al día siguiente y se someta a los periodistas, la respuesta es: no yo nada más quería hacértelo saber.
Esa manipulación o amenaza de quitar las pautas del diario, ¿qué tanto lo vivió?
De eso muy poco, la verdad. Bueno ha habido de todo. Me tocó al final del presidente Ricardo Martinelli, todo el periodo de Juan Carlos Varela y ahora del presidente Laurentino Cortizo. Pero en términos generales, diría que entendimos rápidamente que eso no podía ser algo que condicionara nuestro trabajo. Así que si se llevaban la pauta al final del día tenía que regresar.
¿Qué tanto intercede el presidente (de la empresa) en la línea editorial del medio?
Cuando la sala de redacción se empodera y crece por sí sola y lo ha hecho con dos excelentes directores, tanto Gerardo (Berroa) como Carlos (Atencio), cuando la sala de redacción se empodera y el periodista se empodera es lo mejor que le puede pasar a un medio. Cuando el periodista trabaja, hace periodismo libre y entiende que sus estándares no son locales, sino que se compara con lo que otros medios afuera están haciendo. Entonces subes la barra y cuando lo haces, no estás para decirle a un periodista esto sí, esto no. Lo que pasaba antes, he escuchado historias de dueños de medios que daban instrucciones. Eso hoy en día, en términos generales, salvo que haya un medio que esté convertido en el medio de un grupo.
Entendí la importancia de una imagen. Así que cuando llegaba y estacionaba mi carro, de ahí hasta que llegaba a mi oficina, llevaba una sonrisa de oreja a oreja y eso generaba al menos un ambiente de optimismo.
Pero existe esa mentalidad...
La mentalidad está ahí. Pero la calidad del trabajo periodístico es diferente, que hay que hacer la mea culpa para mejorar, por supuesto que puede hacerse. Pero también hay que entender que están trabajando en condiciones muy complicadas. Todo lo que significó la pandemia sería para darles medalla al periodismo panameño.
¿Va a renunciar al Fórum de Periodistas y a la Sociedad Interamericana de Prensa?
Sí, en los próximos días también participaré mi renuncia. Es una etapa concluida, mi participación en la vicepresidencia de la SIP para Panamá es una de las experiencias más enriquecedoras porque me permitió comprender el estado del periodismo y de la democracia en el resto de la región.
¿Cuándo va a anunciar el siguiente paso que va a dar?
Es un proceso de decisión, no te puedo decir que lo tengo definido. Si tuviera la fecha te lo anunciaba a ti en primicia, pero no lo tengo.
¿Cómo visualiza el escenario político?
El gran tema para mí es una sociedad que ha sido incapaz de producir nuevos liderazgos comprometidos con las necesidades de la gente. Para mí ahí está el tema, lo que se está jugando es que cada vez crece más el porcentaje de quienes dicen que la democracia no funciona. Entonces, la insatisfacción social es una cosa, como las carencias de vivienda, agua, u otras necesidades básicas. Pero el otro punto, es que hay un importante porcentaje que piensa que la democracia no funciona.
¿Cree que hay chance en las próximas elecciones para una figura independiente?
Yo creo que más importante de ser independiente o no, lo que se necesita es un liderazgo ético que se comprometa con la gente, que tenga credibilidad. El clientelismo y el populismo están como comején comiéndose las bases de la democracia. La propia sociedad tiene que producirlos, hay que abrir los espacios. Están sucediendo cosas interesantes en el ámbito político. El gran reto es llenar esos espacios y no pensar que no es posible. Cuando uno se pone a pensar si algo es fácil o difícil, se pierde. Lo importante es saber si algo es necesario.
Lo que digo es que no te puedes plantear el dilema de si puedes o no lograrlo. El dilema es si algo es necesario, y si hay que hacerlo, no importa si lo puedes lograr o no. Cuando estás comprometido con algo, eso se produce.
Percibo como un discurso político por ahí...
Usted es buena periodista (risas).
¿Cuántas veces le llamaron del Ejecutivo por las investigaciones que se publicaron?
Mmmm, yo diría que en un rango de uno al cinco, con (Ricardo) Martinelli 4, con (Juan Carlos) Varela 3 y con (Laurentino) Cortizo 2. Tal vez Martinelli y Varela igual.
¿Cuáles eran los reclamos más frecuentes que recibió?
Lo que pasa es que ahí entra una parte interesante que decía Don Ricardo Alberto Arias. El que se queja lo hace por lo que se pone, pero no sabe todo lo que no se pone. Es bien interesante, porque es el trabajo del periodista. Muchas veces las quejas son sobre las no coberturas. Pero hay que hacer una prioridad entre los hechos. Es más por el lado que quieren que les des espacio cuando algo no es noticia, porque la sociedad y el gobierno promueven a las personas. Todos los departamentos de relaciones públicas -pésimo nombre ese, pero bueno- todo es el jefe. Si te mandan 14 notas de prensa sobre lo que hizo el ministro en el día, ¿cuál de ellas es relevante?
El grupo editorial estuvo a punto de desaparecer cuando las empresas de Wisa fueron incluidas en la lista Clinton. El día que terminaron las extensiones de la licencia la portada se publicó de color negro en señal de la amenaza de la existencia. Pero algo ocurrió que cambió el curso, ¿qué pasó ese día?
Ese fue un día agridulce. Muy agrio durante el día y luego tener la noticia de que sí salíamos adelante fue el gran momento positivo. Lo interesante de esto, en retrospectiva, es el proceso de cocinar la solución. Para mí eso fue una gran experiencia que me llevo, hay cosas que hoy podré contar con más libertad, pero otras que podré contar en un futuro. Tal vez algún día escriba sobre eso.
¿Cuál fue el momento más álgido de las negociaciones con los estadounidenses?
En mi opinión en el momento en que nos damos cuenta en que tal vez la embajada de Estados Unidos en Panamá tenía límites en su capacidad de decisión y que en Washington donde había que articular y concluir una salida definitiva. En ese momento tuve la oportunidad de viajar a Washington, tener reuniones, y generó la posibilidad de que la salida se pudiese articular. Para mí, ese fue un momento de quiebre en el proceso de la negociación. Después logramos la salida con la participación de quienes aportaron tanto. Lo otro fue entender que no era un tema de si desaparecía un medio o un periódico, era un tema concreto, 305 familias que perdían su trabajo. Para mí eso era lo que importaba, había que rescatar eso. Era lo concreto, se jugaba el trabajo de esas familias.
¿Con quien se entrevistó en Washington?
Tuvimos reuniones en el Departamento de Estado, con el Departamento del Tesoro, en el Congreso. De hecho, quien viene para Panamá como embajadora, participó en una de esas reuniones.
¿Cómo fueron esas conversaciones?
Muy frías inicialmente. Pero luego teníamos la oportunidad de ir abriendo espacio y de que escucharan nuestras razones, las explicaciones y sobre todo, el hecho de que se trataba del diario más antiguo de Panamá, que tenía una historia casada con el patrimonio nacional y que por el otro lado, tenía la otra implicación, que eran cientos de familia que iban a perder su trabajo de la forma más injusta que te puedas imaginar.
Había presión para que se vendieran los medios...
Inicialmente esa era la salida más fácil, pero la peor salida. Todo iba luego casando, salvar los medios para que las personas pudieran seguir teniendo su trabajo, pero adicional a eso había que salvarlo para que el periódico mantuviera su independencia. Y luego había que salvarlo para que siguiese teniendo un papel preponderante en la sociedad. Si lo vendían se perdía esa esencia.
Recuerdo haber pasado varias veces por presidencia y al ver su cara, imaginar el peor escenario...
Te cuento una anécdota a propósito de ese tema. Un día me paró una persona a quien he querido muchísimo y que fue muy importante en el proceso, que trabajaba ahí con nosotros y me dice: “Señor Quirós cambie esa cara. Cuando pase frente a nosotros no tenga esa cara”. Entendí la importancia de una imagen. Así que cuando llegaba y estacionaba mi carro, de ahí hasta que llegaba a mi oficina, llevaba una sonrisa de oreja a oreja y eso generaba al menos un ambiente de optimismo. Después cuando entraba a la oficina ya era otra cosa (risas). Hasta que al final las cosas salieron bien, gracias a Dios.
Recuerdo que comentó un momento en el que le tocó ver al embajador de Estados Unidos en Panamá en una cancha de básquet bol, me gustaría que recree ese momento...
Es una anécdota interesante. El embajador (John) Feeley en la recta final fue muy comprensivo de la situación y aportó en la salida. Al inicio definitivamente no lo hizo, y creo que dio declaraciones muy desafortunadas, pero sí, en un momento recibo una invitación de alguien que me dice: “por qué no vas al parque Urraca a ver jugar a los niños que están jugando ahí básquet”. Yo digo, pero si no tengo vida propia, ¿qué voy a tener tiempo de ir a ver a unos niños jugar básquet? Eduardo, por favor, ve a tal hora a ver a los niños a jugar básquet. Es importante. Entonces en ese momento entendí que iba a pasar algo. Cuando llegué ahí estaba el embajador. Es una desclasificación en el tiempo que puedo hacer ahora, pero creo que fue importante, porque ese tipo de diálogos en otras instancias ayudaron a que las cosas salieran adelante.
¿De qué hablaron ahí?
Bueno, recibí una mala noticia y para terminar de fregar, los pelaos a los que yo les estaba yendo perdieron el juego (risas). Pero luego fue al revés. El dato nos sirvió para reforzar más. En la vida cuando recibes una mala noticia, como que no se iba a extender la licencia de los diarios, decides a qué apostar. Le metimos más ganas y entendimos que había que involucrar a todos los sectores. De aquella conversación surgió algo súper potente que fue la Declaración de Panamá. Para mí ese fue el momento que valoré encerrado en mi oficina y reflexioné en cómo hacer de ello algo que sea parte del apoyo social que habíamos recibido. Pero no sabía cómo materializarlo. Entonces se me ocurrió redactar una declaración, que llamamos Declaración por Panamá, miré al cielo y dije: voy a apostar a que la firmen todos los expresidentes vivos de Panamá y uno por uno los fuimos contactando. Luego a todos los vicepresidentes, y ex cancilleres y no hubo ni uno que se negara. Gente de los medios, de la competencia, y logramos al final una súper declaración que yo creo que en Panamá no se ha comprendido el impacto que tuvo, pero en Estados Unidos fue alto.
¿Cómo se siente sin los periódicos ahora?
Un gran vacío. Son casi 12 años, la ruptura de la rutina... sigo leyendo los periódicos desde muy temprano, pero antes veías cosas y luego las veías al día siguiente publicadas, entonces debías tener la mente entrenada de qué es lo que está pasando. En ese proceso hoy estoy como el resto, no estoy adelantado a las noticias, eso te baja las revoluciones un poco.
¿Hay demandas justificadas o amenazantes contra los medios?
Hay de todo. Hay demandas que podrían tener sentido. La gran mayoría son abusivas. En mi opinión no es quién quiera abusar del sistema. No es si fulano demanda de manera injusta, sino que el sistema no funcione. El sistema tiene que cerrar el tema si no hay proceso y darle pie para que siga en caso justificado. Ante una demanda abusiva, que se torna como una espada de Damocles a la espalda del medio y del periodista, lo que debe haber es un sistema que agilice los procesos. Que haya quienes se quieren pasar la luz roja es parte de la sociedad, pero cuando el sistema detecta eso, debe caer la multa.
¿El derecho a réplica y el proyecto de ley que se discute en la Asamblea, cuál es su opinión?
A mi me parece innecesario. La ley que tiene Panamá, la ley 22 del 2005, es una buena ley, que esté entre los mejores estándares de la región, de países de primer mundo. Otorga 48 horas para que se produzca el derecho a réplica. No creo que necesite modificarse. Que en la práctica o al momento de ejecutar la ley, hay medios que lo hacen mejor que otros, probablemente eso pudiese mejorar.
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