En los primeros dos meses del año se registraron 90 homicidios, es decir, 34 casos más que el mismo periodo pero del año pasado, esto representa un 37% de incremento. Las autoridades achacan la situación a rivalidades entre bandas, pero los sociólogos tienen otra explicación
En los primeros dos meses de 2023 se registraron 34 homicidios más que el mismo periodo del año pasado.
La cifra es producto del monitoreo mensual que realiza el diario El Siglo que en dicho periodo contabilizó 90 homicidios.
Los reportes del Ministerio Público entre enero y febrero de 2022 detallan 56 asesinatos. De acuerdo a la entidad, en enero de 2023 se contaron 49 homicidios a nivel nacional, mientras que en el mismo mes, pero de 2022, se anotaron 23 casos.
La diferencia entre las cifras del año pasado y el presente, muestran un incremento de casi un 37%, lo que augura un año de retos para las autoridades interesadas en mantener la tasa de homicidios dolosos por debajo o igual a 9.2%, como ocurrió el año pasado.
Las estadísticas del Ministerio Público muestran que durante el mes de enero de 2023 hubo 49 homicidios a nivel nacional, mientras que El Siglo contó 44, cifra que excluye las muertes dentro de los centros hospitalarios producto de heridas de bala o arma blanca. Los números del Ministerio Público correspondientes al mes de febrero se publican el 15 de marzo próximo, sin embargo, la contabilidad del medio escrito, que se efectúa hace más de una década, forma parte del reporte mensual que confecciona alimentado de los casos que reciben cada día.
Las autoridades han reiterado que el 90% de estas muertes están asociadas al crimen organizado, rivalidad entre bandas. Pero también forman parte de una descomposición institucional ausente de normas, subraya el sociólogo Enoch Adames, también investigador y catedrático de la Universidad de Panamá.
El profesional resume el diagnóstico en la “presión de una crisis de naturaleza institucional”. Es decir, una debilidad de las estructuras del gobierno, con ausencia de normas y capacidad para socializar en torno a estas, comenzando por la familia.
La mala noticia es que a corto y mediano plazo esta situación no es nada fácil de revertir, especialmente por la falta de un plan de desarrollo nacional estratégico capaz de incentivar la inversión privada para que genere empleos dignos.
Adames apunta a dos temas clave, reiterativos en todos los foros de análisis sobre el tema de seguridad: educación y empleo. Dos elementos que permiten a una persona ascender. Ambos están en crisis, “la educación no pesa socialmente. Además no logran insertarse en una economía acorde al sistema educativo”, subraya el sociólogo.
“No es una sola causa”, aclara Adames, “es la expresión de una multiplicidad de factores que se conjugan y han ido creando una fractura social que enfrenta la violencia”.
Dentro de estos factores también menciona la desigualdad. Para el sociólogo es inconcebible cómo una provincia como Colón, que genera el 18% del Producto Interno Bruto del país, donde se instala una de las zonas libres más importantes del mundo, esté en una situación de tanta desigualdad y escasez.
Ha ido más allá. Califica la falta de intervención de los gobiernos de cierto corte “racista” no abierto. No cree que todo se deba a un asunto de competencia y distribución de recursos. En su opinión, lo que sucede en Colón - uno de los puntos de entrada de la droga de Colombia y que a su vez distribuye al mundo de forma contenerizada, que registró el 14% de los homicidios en enero pasado - es consecuencia del desastre de una acción pasiva de los gobiernos, que no se han involucrado en sus responsabilidades.
Los números destacados no se concilian poniendo un policía en cada esquina. Adames tiene claro que mientras el mercado siga generando informalidad y no cree trabajos acorde al crecimiento de la población, “estaremos creando las condiciones para un fuerte conflicto social a mediano y corto plazo”.
Para el profesor no hay duda de que la criminalidad actúa de manera oportunista frente a las realidades de las instituciones. “El narco organiza una estructura de poder que se nutre de las debilidades del poder”, zanja.
COBRANDO LOS MUERTOS
En esta ocasión, dice el colega de Adames, Gilberto Toro, la novedad es que existe una guerra declarada entre las pandillas por el tema de los pases de factura. “Ahora se están cobrando los muertos, lo peor del caso es que no es necesario que los muertos estén directamente involucrados, puede morir cualquiera. Como ocurrió en Colón el pasado dos de marzo cuando hombres a borde de un auto llegaron a una cancha de fútbol y dispararon sin mediar palabra, a quema ropa, dejando un saldo de un muerto y once heridos.
Así van sumando cantidades, aunque no implique a los directamente involucrados. A veces sucede por estar en el lugar y momento equivocados. Toro relaciona las muertes con el tema de la droga, la traición y un elemento del que poco se habla, las cuentas pendientes de algunos privados de libertad.
Recuerda que el hecho de que una persona haya estado presa por años en el mundo del crimen no quiere es sinónimo de que haya saldado cuentas al ser liberado. “Cada quien tiene sus cuentas pendientes”, señala Toro.
El gobierno ha intentado penetrar a las pandillas con inteligencia para adelantarse a sus movimientos, algo que da resultados a largo plazo dependiendo de la calidad.
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